Después del ir y venir en la vía pública (dentro de una hora pico de tráfico con choferes que mandan al diablo la alteridad) experimentado lo que la macro-historia nunca colocará en sus registros, aunque haya sucedido en el universo posible, ayer, 6 de febrero, siendo las 6: 15´ de la tarde, pasé a tomar un café muy cerca de la “Casa Zuno.” Casa donde sería el presentador del libro “Astillas” escrito por Nicanor Arenas Bermejo. Luego de tomar unos sorbos de ese café para respirar paz y no someter mi corazón a zozobras del tiempo, me dirigí al patio interior de esa morada, muy reconocida en Guadalajara, donde ya me esperaba el autor de nuestro libro en cuestión en lo que antes fue la cochera y ahora es una sala de conferencias. Como no tengo tiempo en este momento para explicar el tipo de construcción de ese recinto, dejaré que, al respecto, algo salga de los labios de una monografía sobre la casa Zuno (La Casa de Tezontle. Monografía de la casa Zuno, Universidad de Guadalajara, México, 1998, 68): “Tiene una amplia puerta de madera flanqueada por dos anchos parámetros que en sus extremos tienen pilastras ornamentadas con tableros lisos, bases inferiores con molduras mixtilíneas, capiteles y entablamentos toscanos. En el eje axial de la fachada se eleva una cornisa mixtilínea y debajo de ella se localiza una hornacina con repisa a la que le sirve de ornamento una angosta guardamalleta.” ¡Caracoles!
¿Saben?... Cuando Nicanor Arenas Bermejo me pidió ser presentador de su libro, de inmediato se me vino a la idea la interrogante: ¿Con qué tacto voy a asir estás “Astillas” provenientes del alma de una existencia a quien conocí por primera vez el 26 de febrero del 2008 (luego de la presentación de mi poemario que titulé “El país de la mirada) y a quién poco tiempo después de ese día tendría como estudiante en una de las materias sobre Ética que aún imparto como profesor universitario?.. Si me planteo esta interrogante se debe a que para ese entonces, Nicanor Arenas Bermejo ya había sido premiado en la categoría “cuento corto” en un certamen universitario convocado por el Tecnológico de Monterrey y yo había leído uno de sus escritos, aparecido en una revista titulada “Crezcamos juntos.” Revista desde donde Nicanor, estudiante de la licenciatura en Relaciones Internacionales, dignificaba el fenómeno circunscrito en la palabra Güey a través de un escrito al que tituló “Voz joven.” Y donde, con lenguaje claro y conciso ya se develaba la autenticidad de su voz disidente. Porque Nicanor Arenas Bermejo es un escritor caracterizado por esa rebeldía que André Gide enfatizó al decir: “El escritor debe saber nadar contra la corriente.” Y, en efecto, desde que comencé a leer a Nicanor Arenas Bermejo, vi en sus escritos un territorio muy lejano a quienes escriben dentro de una comprensión burguesa de la estética. Entendiendo aquí a la comprensión burguesa como aquella que al buscar encajar con lo establecido se aleja de la autenticidad reclamada por el propio oficio literario. Por ello, en los cuentos de Nicanor se hace justicia a lo que verdaderamente le sucede o pude suceder a los hombres de carne y hueso. Sí, sólo desde la historicidad del hombre concreto, este joven escribe para no traicionar ni traicionase. Entonces: ¿con que otro tacto puedo asir estas “Astillas” sino intentando palabrearlas en uno de los sentidos que se le da a esta expresión en el cuento incluido en nuestro libro en cuestión y cuyo título es “Asunto: Batalla" (donde Vera Funes le sugiere a Matilde jugar al juego de decir algo, a partir de lo creado, por quien primero invite al palabreo recordando que somos más libres de lo que pensamos).
Por consecuencia: comenzaré a palabrear, sobre ASTILLAS, "aboliendo las dictaduras mentales;" por supuesto.
Amigos: ¡Gracias por ser forjadores de cuentos!
Por consecuencia: comenzaré a palabrear, sobre ASTILLAS, "aboliendo las dictaduras mentales;" por supuesto.
Amigos: ¡Gracias por ser forjadores de cuentos!
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