En un
16 de enero, pero de 1605, salió a la luz la novela “Don Quijote de la Mancha.” Obra polifónica donde tienen la palabra los que
habían sido ignorados por “sabias filosofías” y por cuyas páginas uno se vuelve testigo de
cómo la existencia es anterior a la construcción de los pensamientos. Existencia
cuyo dolor va abriendo caminos a la alegría que muchas veces sólo desde la lejanía
nos hace sugerencias. En efecto: “Don
Quijote de la Mancha” es una obra con horizonte distinto al libro filosófico
del francés René Descartes: “El discurso del método" publicado en una fecha
(1637) no lejana a nuestra novela en
cuestión. Libro filosófico desde donde Descartes despliega una mirada unívoca
que mucho influenciaría para que los poderosos reafirmaran (y continúen haciéndolo) sus crueles periodos de conquista
con un cerebro latiendo: “Pienso, luego existo.”
Alabada
sea la revolucionaria y disfrutable obra
literaria (literaria pero desde cuya literaturidad ––¡por fortuna!–– también se desprende una filosofía distinta a la que justifica el crimen) escrita por el callejero que leía mucho:
Don Miguel de Cervantes Saavedra.
Dejo
aquí, por último, la canción cantada por los Delinquentes: “Don Quijote de la
Mancha,” en un videomontaje realizado por José Luis Fernández G.