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jueves, 7 de agosto de 2014

ALGO SOBRE LA ALEGRÍA DEL CORAZÓN DE MI AMIGO ESTEBAN LARRINAGA ROBLES. (IN MEMORIAM).


Luego de que Giovani Dos Santos, de la selección mexicana de fútbol, dejó viendo cometas a la selección de los Estados Unidos de Norteamerica al anotar un gol (extraordinario por su difícil ejecución. Gol muy celebrado en mi departamento el día   25 de junio de 2011) podemos ver lleno de júbilo y entre otros amigos, a Esteban Larrinaga Robles quien en ese entonces recién iba a cumplir 19 años (el 2 de julio).

Esteban ahora vive en la casa de nuestros corazones y nos acompaña también más allá de éstos, pues siempre fue y ahora con más potencia, de la luz un ángel. Esteban, como sabemos, nos dijo a-Dios (a-Dios y no simplemente adiós) el 19 de julio de 2014.  Agradezco, por consecuencia, al Padre Bueno que la distintiva presencia de Esteban haya entrado a mi casa pues, luego de ir al volcán Nevado de Colima (el 18 de junio de 2011)  donde hicimos un pacto cuyo fondo es: “Nuestra  amistad y fraternidad son  para toda la eternidad”. En efecto, Esteban entró a mi casa (la casa que trasciende el aspecto material) y ahí también habita.

Luego de nuestro viaje al Nevado con el grupo de amigos que apreciamos en la foto, escribí  breves semblanzas sobre cada uno de ellos. Éstas se pueden leer en mi escrito: “Nevado de Colima de Corazón Halcón."

Mi descripción de Esteban (que aparece en mi blog dándole clic a la línea electrónica arriba expuesta: "Nevado de Colima de Corazón Halcón")  escrita en julio de 2011, es la siguiente:

ESTEBAN LARRINAGA ROBLES es una persona desbordando alegría serena, como río de agua profunda y  transparenta, al expresarse, creatividad, libertad, espontaneidad e inteligencia ética, entre otras inteligencias. Expresiones de develar alas  jamás truncadas. Actualmente Esteban estudia en el TEC de Monterrey, Campus Guadalajara,  la carrera de “Animación y Arte Digital.” Carrera sosteniendo en la parte central de su justificación que los medios tecnológicos interactúen para que el ser humano se exprese. Y, Esteban sabe utilizar sin cortapisas estas dimensiones dadas a la tecnología. Esteban es senderista, montañista y aventurero de corazón (tal vez sus neuronas empáticas adquirieron estas pasiones al observar las propias de su padre ante lo intrépido) y su amor por la música lo ha hecho tocar el piano entre otros instrumentos musicales. En este rubro, es importante subrayar su pasión por el cine; horizonte sobre el cual siempre tiene magníficas referencias y recomendaciones. Al igual que quien aquí escribe, Esteban cuenta con experiencias límite como la de un fuerte accidente (desde un automóvil). Experiencia de proporcionarle el regalo de volverse más árbol con los árboles y más tierra con la tierra entre otras realidades dentro y más allá de la lógica; por ejemplo. De que nuestro amigo es un corazón abierto a los demás; ni duda cabe. Su personalidad no tiene trabas y esta característica  también lo ha vuelto un cosmopolita-ético. En efecto, como prueba de ello cuenta con la experiencia de haber  realizado un intercambio académico en Canadá cuando cursaba sus estudios de secundaria. En ese país, al que en un poema gusté decirle país con sabor a nieve de guanábana, Esteban hizo verdaderas amistades y fue ahí donde comprendió cómo la grandeza de desplegarse como humano traspasa cualquier frontera, pues  haber estado en otro país nos es –ni en sueños—un piso desde donde los imbéciles se agarran para presumir, sino y sobre todo: el haber vivido en territorio extranjero ha sido, para la experiencia de Esteban,  un aprendizaje de ampliar más su mirada sobre cómo saber convivir con respeto y compromiso ante las diferencias.


sábado, 2 de agosto de 2014

TEMAZCAL DE RENACER*

1
Desde las piedras
un abismo se deshace de tinieblas.
Las brasas descifran el oráculo
dentro del sueño de estelar espera.
Casas de la magia, mundos nuevos
tras tiempos de estallar en lágrimas.

El amor del sitio de las almas
llama como la villa llama.
Brinda vino a nacientes labios.
Ofrece luz de la esperanza.
Se enciende la danza de encontrarse.


2
Dolor del fuego que retumbas en mi sangre,
he de verterte en roca de la búsqueda.
Ya transformo mi nombre en odre nuevo,
pues los rostros encienden la escalera
donde las cosas cantan.


3
Todo en el fuego.
¿Cómo vestirme para el habla?

¡Al alma, risa del arroyo!
La voz bajo el manzano no es.
Y sin embargo arde.

¡Al alma, manos de mi madre!
La voz allá en el patio no es,
pero se dice el Padre
y en el crepúsculo
amarro mi corazón junto a la albahaca.

¡Al alma, gnomo de los llantos!
Voy a borrar mi cara entre el estanque
antes de crearme.


4
El cielo reconstruye su mirada.
Piel cernida en las entrañas
donde los hombres mitos.

Produzcan garras fantasmales,
lenguas de entrar donde la llama
se hermana con la muerte.
Sol y luna nos transforman
en poema agua.

____________________

*Mérida, Martín. (1996). Donde convoca el alma. UNACH: Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

viernes, 7 de febrero de 2014

SOBRE MI PARTICIPACIÓN EN LA PRESENTACIÓN DEl LIBRO "ASTILLAS" DE NICANOR ARENAS BERMEJO

Después del ir y venir en la vía pública (dentro de una hora pico de tráfico con choferes que mandan al diablo la alteridad) experimentado lo que la macro-historia nunca colocará en sus registros, aunque haya sucedido en el universo posible, ayer, 6 de febrero, siendo las 6: 15´ de la tarde, pasé a tomar un café muy cerca de la “Casa Zuno.” Casa donde sería el presentador del libro “Astillas” escrito por Nicanor Arenas Bermejo. Luego de tomar unos sorbos de ese café para respirar paz y no someter mi corazón a zozobras del tiempo, me dirigí al patio interior de esa morada, muy reconocida en Guadalajara, donde ya me esperaba el autor de nuestro libro en cuestión en lo que antes fue la cochera y ahora es una sala de conferencias. Como no tengo tiempo en este momento para explicar el tipo de construcción de ese recinto, dejaré que, al respecto, algo salga de los labios de una monografía sobre la casa Zuno (La Casa de Tezontle. Monografía de la casa Zuno, Universidad de Guadalajara, México, 1998, 68): “Tiene una amplia puerta de madera flanqueada por dos anchos parámetros que en sus extremos tienen pilastras ornamentadas con tableros lisos, bases inferiores con molduras mixtilíneas, capiteles y entablamentos toscanos. En el eje axial de la fachada se eleva una cornisa mixtilínea y debajo de ella se localiza una hornacina con repisa a la que le sirve de ornamento una angosta guardamalleta.” ¡Caracoles!

¿Saben?... Cuando Nicanor Arenas Bermejo me pidió ser presentador de su libro, de inmediato se me vino a la idea la interrogante: ¿Con qué tacto voy a asir estás “Astillas” provenientes del alma de una existencia a quien conocí por primera vez el 26 de febrero del 2008 (luego de la presentación de mi poemario que titulé “El país de la mirada) y a quién poco tiempo después de ese día tendría como estudiante en una de las materias sobre Ética que aún imparto como profesor universitario?.. Si me planteo esta interrogante se debe a que para ese entonces, Nicanor Arenas Bermejo ya había sido premiado en la categoría “cuento corto” en un certamen universitario convocado por el Tecnológico de Monterrey y yo había leído uno de sus escritos, aparecido en una revista titulada “Crezcamos juntos.” Revista desde donde Nicanor, estudiante de la licenciatura en Relaciones Internacionales, dignificaba el fenómeno circunscrito en la palabra Güey a través de un escrito al que tituló “Voz joven.” Y donde, con lenguaje claro y conciso ya se develaba la autenticidad de su voz disidente. Porque Nicanor Arenas Bermejo es un escritor caracterizado por esa rebeldía que André Gide enfatizó al decir: “El escritor debe saber nadar contra la corriente.” Y, en efecto, desde que comencé a leer a Nicanor Arenas Bermejo, vi en sus escritos un territorio muy lejano a quienes escriben dentro de una comprensión burguesa de la estética. Entendiendo aquí a la comprensión burguesa como aquella que al buscar encajar con lo establecido se aleja de la autenticidad reclamada por el propio oficio literario. Por ello, en los cuentos de Nicanor se hace justicia a lo que verdaderamente le sucede o pude suceder a los hombres de carne y hueso. Sí, sólo desde la historicidad del hombre concreto, este joven escribe para no traicionar ni traicionase. Entonces: ¿con que otro tacto puedo asir estas “Astillas” sino intentando palabrearlas en uno de los sentidos que se le da a esta expresión en el cuento incluido en nuestro libro en cuestión y cuyo título es “Asunto: Batalla" (donde Vera Funes le sugiere a Matilde jugar al juego de decir algo, a partir de lo creado, por quien primero invite al palabreo recordando que somos más libres de lo que pensamos).
Por consecuencia: comenzaré a palabrear, sobre ASTILLAS, "aboliendo las dictaduras mentales;" por supuesto.

Amigos: ¡Gracias por ser forjadores de cuentos!



















miércoles, 22 de octubre de 2008

"PORQUE SUEÑO... NO EXISTO."

(Una reflexión acerca del pequeño poeta Léolo; personaje de la película Léolo –porque sueño no existo– de Jean-Claude Lauzon. Película emitida por Productions du Verseau MEDIA S.L –Canadá 1992– ).*

Hace 10 años llegaba a la ciudad de Guadalajara, Jalisco, desembarcado de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Sí, y entré visionándola como un breve pasaje donde, a lo sumo, duraría siete meses. Pero la vida desvió algunos objetivos de mi antiguo proyecto de vida y, por ello, aún estoy aquí.

En los primeros días de desempacar no sólo las maletas, pues traía envuelto mi corazón en la crisis del cambio, en el cinematógrafo de la Universidad de Guadalajara (U.D.G) se exhibía la película "Léolo", con el subtítulo: “Porque sueño no existo”. Película de despertar mi asombro. Asombro convertido en este escrito y porque, por ahora, es la manera de mostrar mi agradecimiento por la existencia de esta producción cinematográfica conservada en el cofre de mis mejores tesoros.

A diferencia de su familia, en este artículo, no llamaré al niño Léolo, Léo. Porque deseo tener oídos no para convertirlos en garras de sujetarse a eruditas abstracciones sino, y sobre todo, para disponerme a hablar de realidades latentes; tan latentes como desear convertir mi escrito en casa de quienes buscan con desesperación tener un verdadero hogar. No me refiero aquí sólo al aspecto material de esa construcción; sino al hogar cuya fundación es posible si nos alejamos de actos cobardes. Pero, ¿qué podrá mi escrito ante un mundo sin techo?.. Al respecto, ojalá mis letras colaboraran en los cimientos del contrapoder tan necesario para fundar un mundo sin maltrato hacia los niños. Después de esta aclaración estoy preparado para decir:
 
Va aquí mi escrito dirigido a cualquiera que como tú, Léolo, no se cansa de luchar para no ser pisoteado en su dignidad. Como tú, quien frente a la imposición del yugo familiar (o de cualquier yugo) dice algo parecido a: ¡No soy Léo. Me llamo Léolo... Léolo Lozone!
 
 
Tratemos de ponernos en ojos de un niño. Recuperemos la mirada de ese infantil tiempo. Pongámonos como nombre, Léolo, y en hojas de cuaderno expresemos nuestro sentir sobre el mundo. Si esto se nos dificulta, entonces salgamos, por un momento, del escenario donde se derrumba la vida y los Derechos de los niños son aspiración no tomada en cuenta. Seamos, un poco, espectadores para regresar a la realidad sin olvidar el corazón. Esto puede ser difícil, pero... detengámonos: el sentido impuesto sobre el mundo, ¿no es, pues, un horizonte sin corazón? ¿Acaso las posibilidades de nuestra existencia se han agotado en esa visión donde la demencia nos cala hasta el cobarde silencio de arrastranos donde reina lo estúpido?

Ahora entremos a la película para sentir, desde el principio, la música de lartir un desastre. Música cuyos sonidos nos ponen en alerta ante el frágil cuerpo infantil de Léolo. Música después productora de impacto cuando nos volvemos testigos de la libertad de un niño revelándose en el afán de no ser domesticado y, más aún, cuando es reprendido con histéricos gritos por la voz adulta nombrándole Léo para inducirlo a horarios de llegar a nada. Ante este realidad, el pequeño poeta (porque pronto nos damos cuenta que este niño descubre el arte de escribir poesía) protesta y su voz infantil nos taladra el alma: ¡¡Léolo. Me llamo Léolo... Léolo Lozone!!
          En esa protesta infantil nunca sólo deseo por recuperar sus orígenes sicilianos, desocultamos el inconsciente contenido donde se grita: soy otro; soy distinto. ¿Por qué no aman mi diferencia?.. ¡Soy un niño!

La familia de Léolo está circunscrita en la demencia. Tarde o temprano cada uno de sus miembros, con excepción de la madre, será tratado en un hospital psiquiátrico. En efecto, aquí somos testigos del declive de unos seres unidos por lazos de sangre. Pero el contenido de esta historia no para ahí, pues también muestra distintas formas de patología en otros ámbitos de nuestras sociedades como lo son la escuela, la calle y el centro de trabajo. Al hablar de la escuela no nos es ajeno cómo a través del curriculum oculto muchas veces se enseña sin importar el destino de lo que se dice y se hace; destino sobre el cual un niño es capaz de percibir y dolerse. Otra esfera, digna de análisis, es la calle dominada por los prepotentes sacando a relucir sus sentimientos de inferioridad. Y ya no se diga el centro de trabajo convertido en olvido de la historia y esfuerzo de cada ser humano. Pero, regresemos a hablar sobre la familia; ese espacio tantas veces sometido al cruel eterno retorno de ignominia, depravación y toda forma de degradación humana. La familia revestida con formas sutiles de “amor por los hijos.” Espacio de amor de las charcas. "Amor" convertido en crimen ante la desaparición de lo distinto. La familia (con excepción de las familias liberadas –o que luchan por serlo– sobre las cuales no conozco estadísticas y a quienes dirijo mi admiración porque creo en la pulsión hacia la vida basada en el respeto hacia la alteridad): horizonte de preparación subliminal para ser ciudadano donde se justifica la traición y el crimen. Familia circulo vicioso: políticadeshonesta-familiadeshonesta. O si se quiere: familiadeshonesta-políticadeshonesta en un mundo in-humano. Familia hoguera, sala de tormentos, guillotina, látigo para el espíritu. Familia incapaz de oír el grito ante el cual hasta las flores se encrespan: ¡No soy Léo! ¡Me llamo Léolo!.. ¡Léolo Lozone!... No obstante, familia ingenua víctima en un mundo extraviado en apariencias.

Como por complot del destino, Léolo encuentra un libro. El único libro que alguien desconocido extravió en esa imposible de ser una casa (imposible porque, no olvidemos: las apariencias engañan). Se trata de un libro amigo. Al principio Léolo no comprende lo escrito en sus páginas, pero lo intuye como ventana donde, poco a poco, verá asomar su propio destino. Libro objeto sagrado ante la vulgaridad del espacio del hogar paterno. Libro objeto precioso con dirección aparte a esas rosas de artificio a las cuales Léolo odia y detesta, aún más por su ridículo letrero pendiendo como bofetada y donde se traduce de manera sintética el gusto de los enajenados en tontas presencias: Made in… Made in: burla a la vida; sarcasmo ante el pequeño poeta capaz de percibir lienzos invisibles en la visibilidad. Libro alteridad como la corporalidad de este niño creador de un tiempo y espacio donde la vida recupera su poética fuerza. Libro refugio-oráculo: resumen del milagro de su infantil existencia mediante la frase:
 
                                                                Porque sueño, no existo.

          Porque existir bajo la mirada de un abuelo con máscara de bueno, para luego descubrirlo como viejo libidinoso capaz de prostituir a Bianca (la muchacha italiana, de dieciséis años, vuelta horizonte de amor sublime y platónico en la inicial experiencia sexual de nuestro infantil héroe) es vivir resignado a caminar aunque se esté muerto. Además, existir bajo la mirada coprófaga del padre, significaría vivir condenado a sucios olores de una vida in abstracto, como lo haría un marrano en el chiquero. Abuelo y padre: gerontocracia; imposición del recuerdo de lo viejo donde “nada es nuevo bajo el sol” y, por lo tanto, se come y se bebe porque el mañana es victoria de la muerte.

¿Qué podría Léolo a los seis años, ante las manos del abuelo que tratan de ahogarlo en la bañera, sino soñar con un tesoro jamás tenido; con un tesoro de cuento de naufragio para ignorar al lobo hundiendo a su pequeña presa? ¿Qué debería de hacer ante esa realidad un niño convocado a la poesía?, sino soñar para mirar la luz bella y extraña del deseo de todo eterno resumido en Bianca. Bianca tan blanca como luz canción de levantar con una fuerza extraña. La magnífica Bianca: flor verdadera en el basurero. Bianca imposible de ser cierta como “la Italia que de tan bella no puede ser sólo para los Italianos.” Bianca, mujer que camina hacia Léolo para luego alejarse porque es poesía subsumida en las fangosas manos del abuelo? ¿Bianca de dieciséis años y él con la edad de un niño?
 
A sus hermanos, Léolo los sabe víctimas del miedo. Más, a pesar de su edad, es la única existencia humana capaz de brindarles un abrazo verdadero; una mirada de auténtica ternura, una caricia donde quizás el Dios de justicia muestra su comprensión infinita.
 
Délima, la madre de nuestro pequeño poeta, encarna a la mujer resignada a ser continuadora del martirio impuesto por el mundo de los machos. Mujer también mostrando la diferencia de pertenecer jamás al sexo débil al soportar las embestidas producto de la falocracia. Délima, mujer exenta de la locura psiquiátrica, pero dentro de otra cadena víctimizándola hasta ser incapaz de pensar por sí misma sin dejar de ser mujer-amor de proteger a sus hijos.

Jean-Claude Lauzon, el niño terrible del cine canadiense; el joven-niño extinto, cuando apenas tenía treinta y siete años, quiso salvar a Délima de los espacios psiquiátricos y nos la entrega como “La piedad” de Miguel Ángel (sólo que sin esa dolorosa contrastante armonía caracterizando a la estatua imposible de cansarse de hablar) ante Léolo, su hijo que yace convulsionado y, después, catatónico para nacer a la demencia. Quien haya visto la película, no podrá olvidar los gritos de dolor de esa madre; gritos de quien siente perder lo más valioso: ¡Tú no te puedes ir! ¡¡Tú eres más fuerte que esto!

Sin idealizar el reino de la infancia, pero rescatando sus auténticos dones: ¿quién no ha captado el modo de ser en el mundo de un niño?.. Porque los niños, al vivir lo eterno en la magia de sus juegos, viven la delicia de sentirse dentro de un estado de sorpresa donde todos los elementos de la tierra son poesía. Por supuesto, el niño vive la poesía y él es su imagen-realidad más bella. Recordemos los adultos cuando siendo pequeños al caminar por una calle pronto percibíamos la vida como una aventura más allá de este mundo y sus colapsos.

Léolo (porque sueño no existo) es una película donde se traduce el alma del hombre contemporáneo. Proyección que, además de develar fisuras de nuestra condición de fragilidad, se transforma en sueño liberador al descubrirnos parte de la luz blanquísima de un mundo si la palabra amor no fuera prostituida.
 
 
 
 
Extracto de "Léolo", Canción de Bianca: