El hecho de que a punto de ser comida la
rebanada de pizza no debe romperse al doblarse
(al menos si afirmamos a la pizza como de origen napolitano) es motivo
para reflexionar. Veamos: la masa de la pizza debe ser machacada, pisada,
presionada, espachurrada, martillada, etcétera,
para que al salir del horno su textura no se resquebraje y conserve tal
flexibilidad capaz de ser comida como los mexicanos solemos comer los tacos. De
todo ese espachurramiento ejercido sobre la masa, llegamos a una de las acepciones
de la palabra pizza proveniente de “pinsa,
participio pasado del verbo latino pinsere.”
Al respecto, si estoy escribiendo sobre este alimento, se debe a que el
acontecimiento ejercido sobre la masa de la pizza me parece un símil con lo sucedido a algunos seres humanos como maravilla cuando de pronto
se han convertido en existencias flexibles, pues tal vez ese logro les ha
llegado después del machacamiento ejercido por el sufrimiento (o al menos de la
verdadera empatía con éste) convirtiéndolos en seres difíciles de romper por la
elasticidad con la que se conducen.
Y hablando de lo difícil de romper
debido a su flexibilidad: por fortuna junto a mis amigos con quienes aparezco
en esta foto, a punto de disfrutar algunas variedades de pizza, disfruté (en la noche del 9 de mayo de 2014) de una
velada irrompible donde todo fluyó con la gracia de nuestra
afirmación por la vida y porque “en el alma está la esencia...”
Por último, es bueno no olvidar a la pizza (si retomamos su historia) como alimento creado por la genialidad de los más pobres de Italia (los pobres son quienes más sufren en este mundo los efectos
del capitalismo descorazonado). Es bueno no olvidarlo para
no parecernos a esa gente apretada (fácil de romper, por
consecuencia) que come pizza con las maneras
propias de los presos en las trampas del esnobismo.