Ese
regalo que se llama música se vuelve más regalo cuando, quienes la emiten, son
expertos en hacer que el cuerpo de los oyentes se mueva guiado por su corazón. Se mueva como sucedió con la mayoría de quienes escuchábamos el jazz
israelí proveniente del ya universal grupo Marsh
Dondurma en el patio de la explanada de Expo-Guadalajara y durante el sexto
día de transcurrir la Feria Internacional del Libro 2013. En efecto, el
constante fondo de marcha y comparsa de ese Jazz estremecedor, me hizo recordar
que todos estamos en éxodo y en esa transición nada hay mejor que el sonido de
instrumentos de viento --entre otros
instrumentos-- pregonando la alegre esperanza de vivir sin racismo, exclusión
ni antisemitismo. Porque, ese regalo cuyo nombre es música, a través de nuestro
grupo de jazz, en cuestión, se volvió bálsamo de recodarnos la posibilidad de habitar un mundo cuya felicidad esté basada en
el respeto y la justicia. Por ello hoy, después de algunos meses transcurridos,
luego de la clausura de la fiesta de los libros, me brota decir: Agradezco tu
existencia Marsch Dondurma y le doy
un abrazo a la noche del 5 de diciembre
de 2013, porque me supo conducir al foro FIL donde se efectuó el milagro de
haberte conocido.
Amigos:
¡Gracias
por su musical corazón!
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