Fue en la tarde del 3 de diciembre de 2013, cuando adentrados en la panza de esa hermosa ballena llamada Feria Internacional del Libro (FIL 2013) el apasionado y apacible Hanoch Gutfreund, presidente del Comité Académico de los Archivos de Albert Einstein en la Universidad Hebrea de Jerusalén, nos habló sobre los manuscritos y cartas de Albert Einstein. Y en una escala del lapso de esta conferencia (pronunciada con un acento bello del idioma inglés) se fue la luz justo cuando en términos sencillos se nos explicaba algo sobre la velocidad de esta flama misteriosa que nadie, hasta el día de hoy, podría jactarse de conocer a profundidad. Sí, se fue la luz eléctrica y, entonces, entre la oscuridad vi cómo Albert Einstein entraba al auditorio y, sin ambages, se posesionaba de la mirada del físico Hanoch Gutfreund.
Albert Einstein, venido de un más allá también desconocido hasta estos días, con la humildad de quien se sabe hijo del cosmos, nos develó, entre otros asuntos, facetas del admirable año de 1905. Admirable debido a su tremenda producción científica; pues a fuer de no conseguir trabajo en ese tiempo (período de ocio fecundis; por supuesto) descubrió los científicos horizontes de revolucionar el curso de nuestra historia y que, si bien entendí, todavía seguirán revolucionándonos, pues el legado de Einstein tiene todavía mucha tela de donde cortar.
Es importante subrayar: Einstein fue un hombre desempleado durante largo tiempo, pues ninguna institución educativa estaba dispuesta a concederle trabajo cuando más lo necesitaba, pues ya tenía a un hijo para alimentar. No tenía trabajo y quizás por ello llegó a efectuar sus más admirables descubrimientos. Porque Einstein no era investigador universitario cuando profundizó y sacó sus conclusiones más sobresalientes sobre cómo interactúa la luz con la materia. Aunque, siguiendo con esta perspectiva, cuando la universidad funciona como universidad, se transforma en estructura importante para respaldar a genios poetas y creadores en general. Dicho sea de paso, Einstein fue socio fundador de la Universidad Hebrea de Jerusalén y junto al poeta Najman Jaim Bialik, participó en la colocación de la primera piedra de tan importante centro de estudios. Pero, volviendo al tema del apagón: cuando la luz regresó, en el escenario de la conferencia, de pronto me percaté de una mujer la mar de bella. Mujer de hacerme recordar una anécdota, que circula en nuestro país, sobre una supuesta respuesta por parte de Einstein a Marilyn Monroe quien le hizo una propuesta amorosa. Al respecto, cuando quise preguntarle sobre la veracidad de este episodio, nuestro genio ---de origen judío--- ni tardo ni perezoso había abandonado el escenario y, en su lugar, se encontraba el apasionado y apacible Hanoch Gutfreund, concediendo entrevistas. Así, cuando quise ver de nuevo a la bella mujer, aquí referida: ésta también se había marchado hacia algún espacio sideral.
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*Mi escrito fue publicado por primera ocasión en la revista “El faro Cultural.”
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