Sin ánimo de despreciar el cúmulo de
sabiduría impresa en la ciencia y la tecnología, debemos recordar que en
nuestra historia humana es la política quien ha disparado a las matemáticas, la
física y los saberes biológicos hacia proyectos que excluyen a la mayoría de
los seres humanos. Desafortunadamente esos proyectos (no está de más
recordarlo) han servido para funestas pretensiones que derrumban. Por
consecuencia, soy de quienes miran a los jactanciosos de vibrar ante los
recientes descubrimientos científicos-tecnológicos como si trajeran una novedad
entre las manos. Y me apenan. Y los compadezco. Los descubrimientos
científicos-tecnológicos han brotado, hasta el momento, desde una ontología
cerrada cuya lógica es la de dominio. Una ontología de vejez horripilante (la
ciencia y la tecnología chochean, pero quienes las sustentan fingen no darse
cuenta). ¿Cómo puede ser nuevo lo que respira como sustancia en odres
viejos?.. Al respecto, la tarea enorme
para las humanidades debe ser la de sumarse al proyecto de construir una nueva
comunidad humana basada en el servicio que no descuida la alteridad y todo lo
que el horizonte de SERVICIO conlleva, por supuesto. (Se vale soñar). Así, lo
verdaderamente nuevo en el material tecnológico vendrá cuando este instrumental
sirva para eliminar la pobreza, acabar con la mortalidad infantil, erigir un
medio ambiente sustentable y un etcétera
imposible de acabar con lo expresado en los Objetivos del Milenio del
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) pues, además, cada
región habitable de nuestro planeta tiene sus propias y urgentes prioridades
que resolver. En efecto, una tecnología nueva advendrá si aprendemos a respetar
un mundo analógico donde cada país pueda crear, elegir y compartir sus propios
artefactos a partir de sus problemas contextuales. Sí, una nueva tecnología
advendrá cuando cada país deje de sujetarse a la ciencia y tecnología que se
imponen porque, quienes queremos vivir con los ojos abiertos, anhelamos una
tecnología con memoria histórica y con corazón. No obstante, felicito a quienes
se arriesgan a utilizar los medios tecnológicos de hoy no como encubridores de
verdaderas esperanzas, sino como herramientas para la trasformación del sentido
del mundo tan deteriorado.
Amigos reciban un gran abrazo
desde la tecnología del corazón.
Martín Mérida
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