(A mi amigo
Fernando Esteban Larrinaga Robles que está más allá de un por supuesto)
Mi amigo
Esteban despierta
en luz que
atisbamos.
Su madre y
abuela lo lloran.
¿No tendrá
más la magia del juego
que lo hizo
ver humano?
Esteban
con su varita de mago
con su varita de mago
ensaya señales
de combinar
lo imposible
con suspiros
del mundo
para
decir: ¡Hola!,
convertido
en pájaro.
Yo converso
con él
en lenguas
extrañas
que a veces
son de perro
y otras de gato,
junto a intervalos de cantos
del viento.
Sin mi amigo
Esteban
la luz sería
una tonta
trastabillando
en lo oscuro.
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