Dedico
este escrito a Fernando Esteban Larrinaga Robles.
In memoriam.
Hoy 12 de diciembre de
2014 mientras me encontraba en el presídium de profesores para participar en la
ceremonia de graduación de las generaciones universitarias 2010-2014, cuando
nombraban a cada uno de los estudiantes para la entrega de reconocimientos y,
posteriormente, realizar el acto de toma de protesta que los habría de
convertir en profesionistas reconocidos,
se me hizo presente el estudiante Fernando Esteban Larrinaga Robles quien llegó
a ser amigo (en el sentido lato y más transparente de la palabra amistad) y
quien hoy tendría que haber pasado junto a sus compañeros de la licenciatura en
Animación y Arte Digital a recibir su
reconocimiento de graduado ( pues Fernando Esteban pertenece a la generación
2010-2014). Pero mi amigo Esteban no
llegó hoy hacia la mesa donde el rector,
el profesor David Noel dio los
reconocimientos y yo por estar
cerca de ahí –justamente atrás de los directivos y junto a los demás
profesores-- seguramente le hubiera
tomado muchas fotografías y él me habría sonreído. No llegó ahí, porque Esteban
se graduó en la eternidad apenas el 19 de julio, y subió a recibir su
reconocimiento al presídium donde nuestro padre Dios de Bondad es quien preside. ¿Saben?...No obstante tener la certeza de saber a Esteban más vivo
que vivo en la inmensidad de la luz indeclinable, me hubiera gustado mucho
verlo graduase hoy de la carrera universitaria que casi culminó. Me hubiera
gustado verlo aquí hoy en el TEC porque soy humano y aunque a mi amigo Esteban
–lo sé muy bien—no le gusta que nos pongamos tristes por su ausencia que en
verdad es una presencia, mi tristeza fue
inevitable. Debido a ello, le he explicado hoy que mi estar triste no conlleva la falta de fe de saberlo
una existencia trascendida y quien, desde su altura, nos acompaña porque además
vive en el continente de mi corazón y en los propios de sus demás amistades y
familiares. Y Esteban me respondió como
sólo él sabe hacerlo. Verán:
Al terminar la ceremonia,
Jesús Flores, joven universitario que
hoy se graduó y quien, aparte de haber sido uno de mis estudiantes, ha devenido amigo a fuer de habernos
encontrado casi a diario, durante lo largo de cuatro años, en el gimnasio del TEC,
me buscó para tomarnos la foto del recuerdo y, en ese lapso, me sentí
agradecido con Dios y con la vida por sus palabras, frente a mí, dichas a sus familiares:
---Él es el profesor
Martín Mérida, el autor del libro que
hemos leído en casa: “Los zapatos del niño guerrero” y quien, además, fue mi
profesor de Ética. Y es el amigo con
quien durante cuatro años casi a diario platiqué durante mi estancia en el TEC
debido a encontrarnos en el gimnasio.
Sentí el sincero abrazo
fraterno de Jesús Flores también como una respuesta de Fernando Esteban quien
siempre ha creído que, como dice una canción: “Tras lo que ves, lo que existe/
En cada cosa siempre hay un misterio/ Que la vida confío.” Porque, en efecto, para no continuar estando en el país de la
tristeza y debido a que Fernando Esteban
gusta de mi amistad y un amigo lo es en las buenas y en las malas, hoy hizo
complot con la vida para proporcionarme
una respuesta sincrónica, pues... ¿Saben?.. Fernando Esteban
trascendió una forma de ser este mundo el 19 de julio (y nació en 1992) y Jesús
Flores nació el 19 de julio de 1992.
Amigos: Gracias por el
misterio de la luz dentro de cada uno de ustedes.
Martín Mérida.
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