Todas las
personas estamos esperando algo (hasta Siddhartha esperó llegar a ser Buda) y
para ese advenimiento organizamos nuestras vidas de manera consciente y hasta
inconsciente. Por mi parte lo que
espero, mientras corro, es la inmediatez de las recompensas desenvueltas en este
acto. Recompensas a suscitarse como
regalos de un valor fuera de la lógica del pragmatismo capitalista porque, al
correr, todo se vuelve tiempo poético o como bien expresa el filósofo George
Sheedan:
“Por cada
corredor que recorre el mundo participando en maratones, hay miles que corren
por el gusto de escuchar las hojas y la lluvia y que esperan que llegue el día
en que les resulte todo tan fácil como a un pájaro volar. Para ellos el deporte
no es una prueba, sino una terapia; no es un desafío, sino una recompensa; no
una pregunta, sino una respuesta.”
Dentro de
este horizonte, pretendo continuar forjando la expectativa de continuar
corriendo por las respuestas proporcionándome la vida, como siempre ha pasado
desde mi inicial compromiso con el deporte de correr y ha seguido suscitándose
durante todos estos días de entrenamiento para participar en el medio maratón
organizado por el club San Javier aquí en Guadalajara, Jalisco. Al respecto,
siento especial gusto al decir que en mis entrenamientos me han sucedido
milagros cual Diosidencias. Diosidencias en paquetes sincrónicos para
estremecerme. Paquetes forjados muy
lejos de lo susceptible a comprarse con
el dinero (algún día intentaré platicar lo que las personas, el viento, los
pájaros, las piedras, el sol, el agua, los árboles, las nubes, los perros, los
gatos, las ardillas y un largo etcétera
me dicen mientras corro) como el patente milagro expresado en la carrera
del “Medio Maratón San Javier” a efectuarse en el día en que nací (esta Diosidencia también se realizó en el 2008). Y si fiesta
significa decirle sí a la vida, no encuentro mejor expresión que agradecer
corriendo.
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