domingo, 23 de septiembre de 2012

EL MOVIMIENTO REBELDE EN “ALFABETO DEL AIRE” DEL POETA JONATHAN BERUMEN

                                                                             “¿Es nube todo, todo es hoja, viento?”   
                                                                                      O. Paz                   

Porque el viento es aire en movimiento rebelde-desbaratador de estatuarias, sólo el amor se le parece. ¿Acaso habría vida sin aire?.. Y, ¿sin amor que queda?.. No apresuremos las respuestas, mejor por el momento toquemos las puertas del aire y cuando lo experimentemos  sintámonos en  el amor.  Ahora, contemplemos como el aire  lo cambia todo a pesar de no tener color ni forma. Si, en efecto, en estos instantes de lo sin instantes del tiempo impuesto, podemos mirar como nuestra nada y estructura de existencia es sostenida por el aire al menos mientras  nos experimentamos siendo árboles en un tiempo y espacio que no tendría por qué ser delimitado. Árboles en cuyas creaciones fue fundamental la intervención del viento. Pero, mejor, al menos ahora, dejémonos de preocupar por quienes no saben volar y, cuando nos cale el dolor o alegría o ambos sentimientos al mismo tiempo, como los niños, abramos las puertas del aire (que es uno de los árboles hospitalarios más gigantes vistos en y sobre la tierra) como bien lo sabe hacer el poeta Jonathan Berumen en su poemario “Alfabeto del aire.” Poemario cuya presentación, en este “Ágora del Ex Convento del Carmen” hoy nos reúne para ver las consecuencias de una relación amorosa y por amorosa, rebelde. ¡Qué Ágora éste tan en complot con el aire, pues en lugar de tratar asuntos mercantiles, nos vuelve asamblea para volar en poesía!
Siendo, pues, asamblea alada: en esta noche del  20 de septiembre de 2012, sintiendo nueva energía y movimiento, gracias al Alfabeto del aire, escuchemos como entra el ayer del poeta Jonathan Berumen junto a hojas donde se puede mirar esa realidad humana a quien el poeta no puede dejar de amar a pesar de su terca ausencia. Es doloroso ver como esa realidad le ha sacudió las ramas y ha desprendido la corteza del poeta y todas-todas las ramificaciones de ese otro árbol que fue. Con este aire haciéndonos el favor, podemos también darnos cuenta de hojas diferentes a ese tiempo de angustia, pues en estas otras maravillas en blanco miramos como el poeta ha encontrado la fórmula para que más allá de “lo tangente”  la realidad humana amada nunca más le abandone. Más allá de “lo tangente” y de las formas de normalización impuestas por el mundo; claro (porque la “normalización es “symbolic monstrosity” como bien dice Julia Kristeva en su Sense and Non-Sense  y para referirse a la estúpida normalización que nos impone el capitalismo). Sólo así, al filo de esas hojas el poeta abre las puertas del aire (donde  nos ha invitado a entrar y estamos acompañándolo). Miren, entonces, como vuelto ráfaga, el poeta entra junto a nosotros a un tiempo y espacio conformando el único alfabeto con el cual se puede escribir el nombre que revive el rostro más amado. Y, entonces, tanto poeta como la amada realidad humana se convierten en otra suerte de historia ya no efímera; pues, pese a todo, con su mano izquierda Jonathan sostiene el encuentro amoroso ahora no sólo recuerdo sino presencia (aunque les duela a los positivistas lógicos de seguir paseándose en la terquedad de que hay una sola realidad; postura pendeja con la que creen sostenerse en una malísima tontería) después de experimentar los laberintos de la nada.

“Del alfabeto la B
Así puedo nombrarnos
Mi apellido y tu nombre
en la brisa
en el saludo inicial
que marca la rotación del viento.”

 Ahora, en esa rotación del viento el yo poético viaja junto a la realidad humana amada asumiendo las consecuencias de este acto transgresor. Acto de amor porque el amor es rebelde como el aire y el aire es amor; lo hemos por demás expresado. Acto-viaje contra la banalidad del mundo. Viaje donde también reaparecemos todos. Se trata de hojas en blanco para lo nuevo.

“Será el viento
nadie más
quien al final me cierre los ojos
me borre las lágrimas
y entregue mi cuerpo
a lo invisible.”

Gracias a la magia de la poesía, la persona amada por nuestro poeta, está brotando de este poemario sin importarnos  tanto su “tangencial” presencia  desgastándose en la cotidianidad mundanal (al menos así podemos testificar en lo expresado de contundente manera en este Alfabeto del aire de Jonathan), y es en estos rumbos donde la poesía ha recreado al hombre-poeta para volverle fiel acompañante, pues no podemos negar la amistad de la poesía debido a que, poco a poco hasta la realidad en apariencia dividida, no será más una carga que tanto había penetrado en la soledad del poeta.

“No sabes de tus ojos
el verde que pobló el invierno
de innumerables bosques
ni de aquel faro
que reveló el mar:
                                    espejo entre nosotros
No sabes de mis ojos
el color de las ramas
que se rompen
con tu recuerdo.”

Es cierto, en la división no cuántica de los espacios, tuvo cabida  la vacilación, el enojo,  el reproche y tantas otras programaciones impuestas por el logos. Pero, menos mal: cuando “el amor no es amado” (expresión, entrecomillada, y  tantas veces pronunciada por el poeta Francesco de Assisi) queda  la opción de abrir las puertas del aire para asumir la libertad del otro junto a la propia.

 “Ahora que quieres hablar
me buscas
pero esa sabiduría que tuve de escuchar
hoy está repartida
en todos los sonidos del mundo.”

A estas alturas, por demás asombrosa, la realidad humana que es también el poeta Jonathan Berumen (como lo somos, por el viento, todos los asambleístas que estamos aquí volando) ya sin reproches, pronto nos muestra un tesoro que guarda bajo la almohada (un tesoro y no ratas como suelen encontrar los enemigos de quienes creen defender la vida). Se trata de dones sagrados surgidos de la relación con quien tanto ama. Dones a no derrumbarse mientras brille un sol más alto que el irremediablemente roto. ¿Cuál es ese tesoro?, pues el poeta en su “Alfabeto del aire” hace alusión a referentes de constatar grandiosa a la amada realidad humana: su nombre que sigue vivo en sus labios, el viento bufanda de sus brazos, el perfume carísimo que distingue su piel, su rostro que tiene la forma del aire, sus ojos donde ambos permanecen intactos; etcétera.  

Al final del poemario Alfabeto del aire, nos sabemos conscientes del noble triunfo del poeta quien, viéndolo desde la perspectiva poética (por supuesto) puso más en su amorosa relación. Y es en este final (el final siempre es principio de algo nuevo; al menos desde una existencial perspectiva filosófica) donde podemos encontrar resonancia con el poema “Epigrama” del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, como cuando dice: Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido: / yo porque tú eras lo que yo más amaba/ y tú porque yo era el que te amaba más.
 

viernes, 7 de septiembre de 2012

Quienes a pesar de todo cabalgamos en la esperanza, nos sentimos honrados con el Honoris Causa otorgado al Dr. Enrique Dussel.

Al menos por el momento no necesito recurrir al libro “El orden del discurso” de Michel Foucault, para decir que al citar a un autor uno se devela y en ese develamiento nos exponemos con todas las implicaciones de un libro abierto. Por consecuencia, me es grato reconocer que desde los ochentas hasta este 2012, citar al incansable-brillante pensador latinoamericano Dr. Enrique Dussel (me encuentre donde me encuentre) ha logrado hacerme sentir en un advenimiento lleno de innovación. Por ello, hoy es motivo de alegría saber sobre el Honoris Causa que le fue otorgado el 8 de agosto de 2012 por el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires. ¿Cómo llegué a este autor?... Conocí por primera vez al Dr. E. Dussel gracias a su conducción como director de los estudios filosóficos cuando me encontraba estudiando filosofía en lo que alguna vez se llamó SERESURE (Seminario Regional del Sureste) con la venia de obispos de arriesgar sus vidas en la defensa de los Derechos Humanos; obispos tales como Don Samuel Ruiz, Bartolomé Carrasco, Arturo Lona Reyes; entre otros. En efecto, fue en ese tiempo y espacio donde comencé a leer con el interés de lo verdaderamente valioso la obra filosófica del Dr. Enrique Dussel (a quien después la vida ha convertido en uno de mis admirados maestros) por estar dicho horizonte de pensamiento "más allá del ser del sistema." En efecto, desde entonces supe de la luz vigorosa de este modo de pensar caracterizado por "ser exterior” a las razones cínicas e instrumentalistas que sólo obnubilan y aniquilan. Pensamiento con fuertes raíces como la libertad misma y, por supuesto, por encima de egolatrías y fetichismos conceptuales eurocéntricos; pues como el mismo Dr. E. Dussel dice hablando de su método filosófico: "lo propio del método ana-léctico consiste en ser intrínsecamente ético y no meramente teórico, como es el discurso óntico de las ciencias u ontológico de la dialéctica.”

El Dr. Enrique Dussel --fundador de la Filosofía de la Liberación Latinoamericana---quien se encuentra en exilio en México desde 1975 por su compromiso político-- ha recibido múltiples premios y reconocimientos en el entero mundo por ser ejemplo de intelectual, y por su trabajo en el campo de la Ética, la Filosofía Política, la Historia y la Filosofía latinoamericana.

La praxis liberadora de nuestro filósofo está expresada en su impresionante obra bibliográfica conocida y reconocida universalmente. Bibliografía fácil de localizar en la siguiente línea electrónica: Filósofo Enrique Dussel.

Con alegría de seguir viéndonos, les comparto ahora uno de mis poemas.

EXTERIORIDAD (1)

¿Existe París? Dicen que es cierto
Insisten en un museo de Louvre donde hasta el sol penetra
Y caballos de Marly para inspirar a locos
En mi pueblo el reloj también devora al hombre
mientras al sol escupen farsantes
Y hay locos convertidos en caballos

No he nacido en París
ni sus cigüeñas me trajeron para crecer en Chiapas
Pero observo gente bajar de un avión Air France
con rumbo a razón que cree conocer todo
Brota la calle Saint Jaques
donde una amiga pinta presagios
con voz latinoamericana
con voz sin voz
con voz de Dios que se resiste a la muerte

No he parido en París
Pero en nuestras células no solo circulan parisinos
sino también hombres primitivos dinosaurios elefantes…
Entonces he dado a luz poemas amerioceuroasiáticoafricanos
y en ojos de París debe haber rastros de mi rostro con sus penas
Ça va?
Je ne sais pas

En París la gente no malgasta el agua
Pero hay un brazo de mar herido por un tubo
Conjugaison de l´élan francais et du pragmatisme britanique
Dijo la reina de Inglaterra
Y unos hombres cantaron
N´oublions jamais, que la France et l´Angleterre.
Entr´elles, y´ a qu´un tout petit bras de mer (…)

No vi a Marcel Marsseau en París
En mi pueblo los mimos sienten hambre
y sus cuerpos traducen dolor del universo
Los circos de los pobres están rotos
y existen niños que prefieren el Nintendo

Hoy Stendhal protestó junto a mis manos
Luego tembló angustia de un océano
Y desde el final del milenio gritó Danton:
La verité, l´âpre verité
Y escuché decir a Mario el poeta uruguayo:
Por suerte somos otros

No he muerto en París
Pero admiro a sus resucitados
Víctor Hugo Voltaire Molière Zola…
Con mantos de estrellas
para salvar a la tierra
No he dicho Oh la vache! O Putain de merde! en París
En mi pueblo uno suele hablar de la chingada
cuando el reloj nos traga

_________
(1) Poema incluido en mi libro El milagro de tu voz distinta:
MÉRIDA, Martín. (1999). El milagro de tu voz distinta. Guadalajara, Jalisco, México: ITESO. pp. 41-42. D.R. ISBN 968-5087-11-3


miércoles, 29 de agosto de 2012

A propósito del premio Juan de Mairena 2012, concedido a la poeta Patricia Medina ( o breve reflexión sobre el mérito).


Una y otra vez el maestro Aristóteles (el de Estagira; por supuesto) expresó de manera contundente un razonamiento sosteniéndose al pasar de los siglos: “La grandeza no consiste en recibir honores, sino en merecerlos.”  Expresión a la que suelo darle vueltas junto a mis estudiantes al inicio de mis cursos de carácter filosófico y que, en mucho, ha servido para aminorar y a veces anular las pretensiones arribistas de los incapaces de posponerse para conceder paso a los argumentos de peso contra sus pretensiones: los egocéntricos.  En efecto, los actos propiciados por ego-céntricos no sólo suelen acontecer en un salón de clases o en círculos  literarios, pues cansa ver en la esfera política de nuestra realidad mexicana, a los enfermos de poder creyendo ser lo que no son y refirmándolo de manera imperativa con la obtención de méritos como se compran votos para ganar una contienda electoral; con la obtención de méritos sólo reconocidos por la pusilanimidad en la que por desgracia a veces eligen vivir miles de humanos. Al respecto y debido a que cada vez convergen en mis cursos estudiantes de diferentes nacionalidades, trato de traducir a sus propios idiomas la frase aristotélica, anteriormente citada, deseando lograr el efecto que, con seguridad, el estagirita tuvo cuando la pronunció con la fuerza del idioma griego que, dicho sea de paso, tiene 34 siglos de vivir. 
 
Pero hablando de quien recibe honores por sus méritos: siendo iguales en dignidad todos reaparecemos diferentes por el fondo de  nuestros logros; porque no  puede ser visto de la misma manera alguien que cruzó los territorios de la nada  y murió  para llegar a vivir y tener méritos basados en la  autenticidad,  que quien  lleva una vida inconsciente y se la pasa como vil testaferro dando atole con el dedo a los acostumbrados a lamer el suelo. En esta perspectiva, nadie en su sano juicio dría que Hitler es igual a Gandhi; ni que Patricia Medina, mujer de gran entereza, como lo constatamos quienes hemos tenido la ventura de conocerla, vale como poeta lo mismo que quien es capaz de pisotear la dignidad de los otros (y  su propia dignidad) con tal de ver su nombre en un cuadro de honor. Por consecuencia, celebro que también sobre la tierra recibamos a la  justicia no enferma de ceguera  para otorgarle honor a quien honor merece,  porque justo es que nuestra Patricia Medina haya sido reconocida con el premio Juan de Mairena que otorga la Universidad de Guadalajara,  tanto por la importancia local y universal de su obra  poética, como  por su  incansable labor en la difusión y enseñanza del género literario de ayudar a abrir más los oídos: la poesía. Verdades, estas últimas comprobables, en el modo de ser  mujer magnánima de Patricia Medina. Mujer que, para ayuda de muchos,  ha sabido conquistar su servicio. Y, al respecto, como explica Juan de Mairena de Antonio Machado y a quién de manera  merecida  lleva su nombre el premio aquí citado: La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.”

Agradezco, pues, a Patricia Medina su existencia y su digna manera de ser persona, poeta y maestra. A ella y a todos quienes desde su propia trinchera luchan por un mundo cifrado en la justicia solidaria,  dejo aquí la canción "Honrar la vida" escrita por Eladia Blázquez y cantada por Mercedes Sosa. Mujeres que nunca habrán de morir:
 

martes, 21 de agosto de 2012

JESÚS, EL DE NAZARET**


I

El mar tejió un camino
Se acrisoló el agua bajo innombrable saber
Y ficción donde odio ya no ahoga los sueños
De abismo a cima
Tu nombre
Misterio de los rostros
Cuando cizaña ahoga
Te transformas en filo
Tu fuerza es sed de lo nuevo
Fuego de mirar profundo
Brota celeste a tu palabra
Mientras señor del arcoíris se levanta
Arde pretérito presente
Suben ríos antes de amargura
Indicio de llegar donde las olas
Y apacentar el alma transfigurada en pez


II

Un día todo calla
Sinaí Moab Siquén: tu corazón montaña
Amanecer de lo sagrado
Toda la tierra entre vida o muerte

Un día todo calla
No tu deseo de infinito
Cabalgata en el desierto de las voces
Marchas
El hombre se adentra en tu mirada
Avanza su ser barro
Principio y fin parten la roca
Manantial donde se nace


III

Frente a razón eriges una tienda
Sus pétalos al viento desmienten estatuaria
Y en arca alianza se inscribe la sonrisa


IV

Corazón que das la cara
En ruta de tus ojos viajan siglos
Tejió el dolor tu entrega al sacrificio
Púrpura signo de encontrarse
Profeta flor entre la arena

Tu nombre se escribe en arrecifes
Cada humillado tú como un espejo
Los sin aliento tú pescador de realidades
Cirio fulgor del paso hacia otra orilla
Oveja arrastrada al matadero


V

El tiempo aposenta en las cenizas
Humanidad se hunde en humareda
No obstante existir para la vida
Camina sobre escombros
¿La luna?: luto entre sus horas

Entre la arena tu voz construye estrellas
Tu voz distinta y aún distante
Tu voz apedreada por la lógica
Tu voz que rompe desmemoria


VI

En la tumba quedó sepultada la palabra
Y brotó a luz quien tiene nueva la mirada
Y naces entre ladrones amantes de lo puro
Eres sangre de Caín en guillotinas
Tu grito es Job vestido de miseria
¿Por qué tus llagas llagan el camino?
¿Resucitaste?
Jamás pregunta el mar
Ni rostros de hombres que trasegan
Un poema que ansía proclamarse:


___________________________
**MÉRIDA, Martín. (1999). El milagro de tu voz distinta. Guadalajara, Jalisco, México: ITESO. pp. 26-28.

viernes, 17 de agosto de 2012

RECUERDO DE UN VIAJE A MOTOZINTLA

Era diciembre del 2004 cuando volví a casa de mi infancia desde que me percibí en Motozintla donde supe, de manera repentina,  que este viaje había también acontecido en un sueño. Celebré, entonces, hallarme en semejante experiencia repetida donde, además de ir a escuchar a las flores (a flores-flores; flores-gente, flores-piedras y flores etcétera) y susurrarle a las orejas de las montañas mis agradecimientos por su paciencia, pude beber sol y   luna en vasos de café bajo un cielo azul que da lecciones de intensidad a todo lo medio-azulado.

Aunque deseaba volver a ver a mis familiares y amigos, no experimenté un retorno fácil. Tenía tristeza de llegar habiendo pasado solamente pocos años de la experiencia del desastre ocasionado por Mith, el huracán que en 1998 con voz felina y llena de fiebre, le gritó al mundo: ¡Los MochóMam existen además de los mestizos!

[¿Saben?.. A veces siento vacío existencial desparramándose en habitaciones de mi alma al darme cuenta que, a pesar de la natural belleza todavía sosteniéndose en las montañas localizadas alrededor de Motozintla, corroboro la horripilante carcajada del polvo dejado por quienes no saben meterse en los zapatos de los árboles y mucho menos en los de las personas. Y menos que menos, en los zapatos de los más necesitados de justicia.]

Rumbo a casa de mi infancia, mientras viajaba en uno de los aviones de una compañía aérea —cuyo nombre por ahora prefiero sacar fuera de este ritmo— con gran altura para atravesar la levedad del cielo, pero con ese tipo de bajeza llamada falta de honradez al no devolverme el importe de 25 volúmenes de mi más reciente publicación durante esos días. Publicación que, gracias al CONECULTA, Chiapas, presenté  tiempo atrás en Motozintla, Tapachula, San Cristobal y Tuxtla Gutiérrez (hago referencia aquí a mi obra La pasión según un hombre cualquiera). Los volúmenes referidos fueron mojados dentro de la panza del avión por algún mecánico, aviador, aeromoza o aeromozo… O por algún enfermo de la cabeza (por fortuna se salvaron diez aunque quedaron transformados después de ese baño forzado.) Ahora, pasados algunos años de este acontecimiento, al decidir reclamar justicia compensatoria por mis libros mancillados, esa compañía de aviación se vuelve habitante del país de sordos por conveniencia.

Unas horas antes de estar deseando buen viaje al cielo de los libros a mis volúmenes en agonía, mientras volaba entre la estrechez del asiento del avión y la expansión de la lectura del libro Entre nous del filósofo Emmanuel Lévinas: sin poder evitarlo llegaban a mi mente los recuerdos de la casa material de mi infancia pensada al principio como desaparecida. Adentrado estaba en esta meditación cuando, de manera repentina, también me visitaron imágenes del mundo donde las personas fingen mirarse. Imágenes tan detestables que me hicieron repetir: « No, esa no es la ciudad de la casa de mi infancia: ¡La ciudad de la casa de mi infancia no es tiempo y espacio de lo absurdo!» Pronto, a través de mi ventanilla, llegaron nubes y con ellas, múltiples formas de esperanza. Así, saliendo de subterráneos y rascacielos de mi meditación, me dije: «no busques nada en estos días, Martín; «sólo déjate vivir.» «La ciudad y casa de tu infancia están en ti». Estas palabras fueron un abracadabra, pues me experimenté lleno de energía al permitir convencerme que la casa de mi búsqueda soy quien estoy siendo también dándole bienvenida al misterio haciéndose presente desde su fondo no manoseado por la racionalidad de los solipcistas.

En los instantes mientras cual fantasma zozobrante el avión se movía de izquierda a derecha ( y viceversa), exclamé: « ¡Voy a despertar de esta tonta tristeza!» Tal vez debido a esa determinación regresé por completo a la casa material donde fui amigo personal de un árbol (que a mis siete años observé caer como el desplome del universo) e intérprete de gatos, perros, árboles y patos; entre otras maravillas. En efecto, es posible que debido a la fuerza de mis palabras contra lo triste, hoy pude comenzar estas letras con lo de Volví a la casa de mi infancia desde que puse un pie en Motozintla, pues lo detestable del tiempo no va a ganarme la batalla. Después de todo la maravilla existe incluso en una calle donde alguien transforma la realidad diciendo buenos días y ofreciendo una sonrisa anti-mercadotécnica. Así, en los instantes de no soportar el tráfico: Flip-flip-flap-flap: pasa una mariposa revertiendo el orden metafísico de lo prestablecido. Además, en Motozintla todavía hay belleza como alas de águila resistiendo agresiones. Belleza como la  de El Malé : elevada montaña con su horizonte sagrado mirando de frente a la ciudad. El Malé portando en una de sus partes superiores un libro conformado por las rocas como diciendo: Pueblo de Motozintla lee, lee para que a nadie se le ocurra matar la maravilla con chismes  y otras maneras de estupidez. 

Ya en Motozintla, mientras caminaba de la Central de Autotransportes a la casa de mi infancia, me dio coraje vivir varias calles con carros parecidos a tanques de no respetar a la gente, igual a como he constatado en tantas ciudades descorazonadas. Aquella escena me pareció de bajeza sólo parecida al infierno descrito por Dante. ¡Qué espantoso!: mi ciudad de claros orígenes mayas ya padece la nadería de las grandes urbes. Aquí digo nadería para nombrar desesperanzas; pues en este mundo dándoselas de postmoderno, todas las desesperaciones de una gran ciudad también existen en una chica aunque se encuentre en los confines del mundo o en la frontera con Guatemala o cerca de los pilares de la Muralla China. Y ya no sigo nombrando formas de desesperanza. Prefiero optar por alejarme de ellas: todavía existe otro lado de mi ciudad donde puedo situarme a contemplar lo extraordinario.

En las ciudades hay animales, parecidos a gente, conduciendo automóviles. Y Motozintla no es la excepción. No obstante, a mi ciudad se le puede observar ángulos diversos a lo catastrófico. Pero aquí me referiré solo a dos de éstos: el primero es el del parque hacia las salidas a carreteras rumbo a Comalapa y a Huixtla. Se trata de la parte llena de negocios, del tianguis, del “carrerío;” del ir y venir de transeúntes y de bellas viejecitas conduciéndose al mercado con grandes morrales aspirando a regresar llenos. Viejecitas sostenidas por la fuerza del amor. Además, habría que mirar en las banquetas a los señores y señoras vende frutas y niños campesinos descansando encima de largos tallos de flores dispuestas en gruesos ramos. ¡Ah!.. Cuánta maravilla produce mirar campesinos bajando de las montañas con burros, mulas y caballos cargados de frutas y verduras para ofrecer sin hacer distinción entre buenos y malvados ciudadanos. Dentro de esa algarabía, mezcla del mundo moderno con lo poético de la vida bella por sencilla, se encuentra ahora la casa material de mi infancia y cerca de ella otras, tales como la de mi amiga —ahora habitante del universo de lo eterno— doña Gloria Pérez; la de mi primo Freddy, mi tía Emperatriz, mi tío Manuel Liy, don Guillermo Flores y mi madrina Zoila quien fabrica ricos chocolates. Además: antes de ser abierta la carretera en el cerro ubicado al fondo de ese costado de la ciudad, mi calle no estaba cargada de automóviles. Luego, entonces, nos sentíamos libres para jugar a los encantados, al repollo, al tejón o a lo que se nos pegaba la gana, sin miedo a ser arrollados.

No puedo seguir este recuerdo de viaje sin aclarar: no estoy en contra de los avances tecnológicos ni de cualquier ultramodernidad del horizonte de mundo imponiéndose, siempre y cuando sean puestos en marcha sin olvidar el corazón. ¿A quien no le desagrada que “los animales” dejen pasar primero a los carros en lugar de conceder el paso a la gente? Menos mal: la belleza sonríe aún en esta ala con esos aspectos que bien pudieran tener remedio, pues las montañas están muy cerca con sus sugerencias y aún huele a pan horneándose desde algunas casas. Pero para escuchar a las montañas uno debe estar a su altura; por supuesto.

Enamorado de la montañas como querer ver el mar, debí otra vez subirlas para respirar árboles de ciprés y sabino junto a los pinares. Es sorprendente constatar la voz de montañas a través de sus campesinos, su vegetación, sus piedras… Por consecuencia, subí algunas de ellas hasta perderme en cantos de gallos e himnos de la sabia, pues durante los amaneceres salí con algunos de mis sobrinos a correr entre abrazos y arterias de montañas de transportarnos a lo que apaga lo altanero en voz de sordos ante la vida.

Del parque hacia el barrio Xelajú  hasta llegar a la subida del camino para llegar a la comunidad llamada El Carrizal, otro gallo canta: la ciudad en su aspecto de ese otro costado, se parece tanto a la de cuando era muy pequeño, ahí se encuentran tiendecitas ofreciendo comales y ollas de barro. No transitan por esas calles muchos carros y la arquitectura de las casas, en su mayoría muy sencillas, desprende el canto de lo sublime. ¡Vaya!: se puede percibir el sonido de una marimba tocada por quienes ensayan. Tal vez este costado conserva hermosura debido a su cercanía con el cementerio, pues pasar por ahí lo debe a uno adentrarse en la filosofía de la existencia, pues convengo en que nadie deviene auténtico sin toparse cara a cara con la muerte aunque sea de manera intra-subjetiva y sin necesidad de largarse todavía de este mundo. Dicho de manera breve: en un lugar así, lleno de árboles y de paisaje tierno como árbol de ciprés, construiría una morada.

Ya no hay espacio como antes para el jardín, en la casa de mi infancia; pero, en cambio, han crecido más flores en el poblado del corazón de mi familia. Mucho sigo aprendiendo del silencio y palabras de mi madre Consuelo Mayorga Bartolomé, cuyas acciones hacen crecer árboles en las parcelas de mi alma. En efecto, mi madre es una heroína quien, desde los tiempos de conquistar la hermosura en  el servicio como  maestra de escuela primaria, camina kilómetros y sus brazos todavía conservan fortaleza de sus años de sembrar árboles y cuidar a las rosas de no ser devoradas por hormigas. Debo añadir que el espíritu creador de mi madre le hizo forjar en este pasado diciembre de 2004, un nacimiento con un cielo de estrellas hablando de esperanza.

Por ahora, dejaré aquí el impulso animándome a escribir relatos de esta naturaleza, pero no sin antes mostrarles una fotografía proporcionada por mi prima Virginia Guadalupe (Vicky): fotografía mediante la cual agradezco la maravilla de recordar. Vicky canta de manera preciosa y es flor como orquídea entre mis flores. La aprendí a querer desde mi infancia cuando la buscaba para escuchar cantarme no sólo cuentos; sino también lecciones de libros de primaria cuando yo tenía edad de estar en kínder. Ella le encontraba música a las lecciones y se hacía acompañar de su guitarra parecida a la de Joan Báez. Vicky siempre dijo sí a ese tipo de mis peticiones de niño y se lo agradezco tanto como deseo siempre hacerlo con quienes no llegaron al mundo para estropearlo.

En la siguiente fotografía —proporcionada por Vicky— aparece mi prima Flor, mi tía Elizabeth (tía Chave) hermana de mi mamá y mamá de Vicky. Mi tía trascendió el mundo, de manera heroica, siendo víctima del cáncer (ella sigue manifestándose, desde el silencio más alto, como maestra de la hospitalidad). En la foto tía Chave está abrazando a Eduardo, su hijo más pequeño a quien, a su vez, le sostengo un pie mientras me cubro un poco del sol benévolo apasionado (en esta imagen fotográfica yo contaba con cuatro años y medio, a decir de mi madre.) Al lado de mi tía, aparece Manuel su hijo mayor. Y mi hermano José Antonio es quien le está tocando un hombro a Eduardo.

A manera de conclusión, les comparto un video donde interpreto el poema que escribí durante los días de rodillas del miedo; justo en 1998 cuando el huracán Mith azotaba a Motozintla, la Sierra Madre y al Soconusco. Se trata de un poema escrito con el deseo de servir de puente para dejar atrás abismos de la desmemoria.

viernes, 4 de mayo de 2012

Volcán de franquear fragilidades

(Una experiencia de viaje al volcán Nevado de Colima durante los últimos días de abril de 2012).

Dedico este artículo a mi amigo José Mario Acosta Tamez.
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Todo fue maravilloso, excepto las huellas del acto nefando todavía repercutiendo en mi memoria  como lo imposible de suceder si en el mundo no se deslizaran quienes existen pero no funcionan como humanos, y son gente con vendas en lugar de ojos (porque el perro, cuyo dueño es mi vecino, posee miramiento no obstante tener un ojo marrón y otro blanco tirando a ciego) y están lejos de parecerse a chimpancés, gorilas, bonobos y orangutanes; animales demostrando mejores sentimientos al convivir con los miembros de sus propias  especies. En efecto,  sin necesidad de estar de  acuerdo en declarar personas a los simios; les reconozco mejores actitudes, a las propias de los ladrones que existen pero no funcionan como humanos. Sí, excepto el acto nefando, lo experimentado durante los últimos días de abril fue voz de montañas levantándonos en agradecimiento de volver al volcán Nevado de Colima donde, otra vez, sentimos el misterio de la naturaleza tan agreste como tierna al constatarnos alas de halcón, risas de estrellas, mirar de montañas y etcéteras de luz. ¿Qué sucedió de nefando?... 

Mientras emprendíamos la subida al volcán Nevado de Colima desde el día 27 de abril para regresar el 29, quienes existen pero no funcionan como humanos intentaron robarse el auto dispuesto para este viaje gracias a mi amigo José Mario Acosta T. Automóvil que dejamos estacionado en el pueblo llamado el Fresnito. Para efectuar el robo fracasado, los maleantes rompieron tanto el cristal de techo como los cables conectados al volante. Al ver la impotencia de no poder efectuar su deseo, abrieron la cajuela y rompieron los conectores computarizados. ¿Cuánto tiempo tardaron en ese intento sin ser percibidos por patrulleros y vecinos?). Al respecto, cuando creyéndonos de vacaciones en otro planeta preguntamos a la persona, a quien pedimos favor de cuidarnos el coche, si por casualidad no se había dado cuenta de lo sucedido, ésta tan sólo dijo: --escuché sonar varias veces una alarma como a eso de las tres de la mañana, pero creí que se trataba de locos jugando--.  ¿Por qué esa persona creyó lobo de mentira a la alarma? ¿Estará la gente acostumbrándose a vivir entre Marianicos y lobos? No sé. No obstante, deseo saber si algún día quienes existen pero no funcionan como humanos podrán pensar en todas las tribulaciones impuestas a los otros debido a sus infamias. Sí: ¿llegarán a tener noción de alteridad esos armatostes acostumbrados a existir lastimando?.. ¿Alguien lo sabe?  En fin, haciendo cuentas: hace poco más de 4600 millones de años la tierra devino madre y, gracias a ella, transcurrieron otros millones de años  para latir en la razón del hombre la necesidad del respeto y la justicia por mero acto de sobrevivencia si se quiere (porque para tener amor propio se necesita grandeza y para respetar la alteridad se requiere de inteligencia capaz de reconocer lo digno). Y con lo aquí dicho no estoy afirmando al hombre como quien puede vivir sin sombra. No obstante, la sombra --que nadie puede saltar-- no necesariamente se resuelve en actos de barbarie, pues por ello la vida nos dotó de conectores con la sensibilidad y la inteligencia. ¿Saben?.. No deseo el mal a quienes existen pero no funcionan como humanos; antes bien, ojalá recuperen los tornillos zafados en sus cajones cerebrales y, luego, sepan unir los cables propios para hallar los sentimientos. Ojalá y les de tiempo.
2
“Hijo no fue tu culpa sino de los ladrones. Vuelve a la tranquilidad,” fue el mensaje de fondo de los padres de mi amigo José Mario a quien le dañaron el auto. Automóvil llevado por una grúa, para ser reparado en  la ciudad de Guadalajara, después de largas horas de trámites y constataciones burocráticas.  El sereno  mensaje escuchado con fuerza y proveniente de seres extraordinarios transparentándose a través del teléfono, me lleva a decir: si todos los hijos tuvieran la comprensión de sus padres y el apoyo basado en el amor liberador, tal vez  no habrían entes que ni a changos llegan.
3
Hoy, iniciando mayo, le doy gracias a  la vida de los sueños y a los sueños de la vida por haberme permitido en abril, junto a Natalia, Isis, Jacqueline, José Mario, Fernando Esteban, Juan Pablo, Alexander y Jorge, subir de nueva cuenta a una de las cimas del volcán Nevado de Colima (aunque por un sendero de piedras mi cámara fotográfica rodó por abismos y desfiladeros de regalarme –después de sentir tristeza— una historia envuelta en un secreto para contar en otra vía) a través de una ruta inusual, y no por eso ajena a la  magia y misterio: estamos alegremente llenos de energía por haber sentido el cobijo de la casa volcán Nevado de Colima. Y si por fuerza empática durante largas horas  nos sentimos con cables rotos, cajuela abierta, computadora destrozada, vidrio de techo vuelto polvo (¿y cámara fotográfica de haber pasado a sacar fotografías al otro mundo?) en este mes de flores de auroras percioladas, experimentamos en carne propia lo que alguna vez  la niña Ana Frank dejó como mensaje latiendo en una página de de Kitty, su diario. Mensaje que aquí me permito parafrasear: estamos vivos y eso es lo importante.

Para no cerrar con broche de oro sino con el deseo de abrirnos a la esperanza en otro mundo posible, les comparto mi poema inspirado en Ana Frank. Poema que incluí en mi libro El viaje que no elegimos, Guadalajara, Jalisco, México, Literalia editores, 1999, p.41:


Sin embargo Kitty,  todavía vivo, como dice papá y eso es lo importante.
                                                                                   Anne Frank

Kitty era el nombre del diario que dibujo su rostro
para darle confianza y volverla poema del perdón.
Por eso Ana-Frank  —la cabrita desatada
llega a museos del siglo XXI
Y los niños comienzan a imitarla.
Y le dan vida a cuadernos que pronto saben escuchar.
Esos niños escriben y suspiran, junto a los amigos de papel,
con quienes se puede hablar de todo
sin esperar ser traicionados.
 
 



sábado, 21 de enero de 2012

Presentación de mi libro: "Los zapatos del niño guerrero" en la Casa de la Cultura de Motozintla de Mendoza, Chiapas.

Después de una venturosa y escalonada vuelta a través de ciudades del norte del país y de la Sierra Tarahumara donde también nos dejamos conducir por grandes tramos de lo imprevisto gracias al tren “EL Chepe” (sobre lo demás de la historia de esta viaje platicaré en su momento) la lógica del corazón me decía: ya que llegaremos de nuevo a Guadalajara el día 24 de diciembre, aprovecharé para celebrar la fiesta de Navidad, junto a mis amigos, en mi departamento; pues al otro día –habiendo ya realizado el esfuerzo de renacer junto a Dios niño— viajaremos rumbo a Chiapas donde pasaremos a casas de amistades de seres, cosas, pueblos y misterios colosales que me irán diciendo: En esta nueva vida, Martín, desembocarás, junto a tus amigos, en el recibimiento regalo de Dios a través de las personas que en la Casa de la Cultura de Motozintla de Mendoza, te convocaron para celebrar el nacimiento de tu nuevo libro: “Los zapatos del niño guerrero”. Y así fue, pues el día 30 de diciembre del 2011 estuve entre personas dignas representantes de quien da vida en abundancia, como es el caso, excepcional entre lo excepcional, de mi amigo-compadre-hermano: Pompilio Enrique Montesinos Roblero –Presidente del Club de Leones de Motozintla-- quien movió los lienzos visibles e invisibles para efectuar esa presentación con el permiso amable del Dirigente del Museo Comunitario de la Casa de la Cultura, el antropólogo Roy Roblero.
En el acto de presentación de mi libro, los niños de la marimba llamada “Marimba infantil” nos conmovieron (nos movieron el piso) con la ejecución de finas interpretaciones; tales como “Ferrocarril de los andes.” En este acto de la presentación de mi libro también contamos con la presencia de personas amantes de la poesía y de saber reconocer a los otros. Además estuvieron presentes mis amigos de infancia y aquel proveniente del Seminario religioso cuando viví el deseo de ser presbítero católico y donde también –agradecido—decidí cambiar el rumbo de mi vida. En esa presentación sin trampas y sin esa clase de espinas innecesarias que los lobos rapaces a veces suelen poner en el camino, nos regaló el tono de su voz el niño Aroldo Montesinos Fernández quien leyó un reconocimiento a mi libro proveniente del Dr. Pablo Ayala Enriquez, director del Departamento de Formación Humanística, Ética y Ciudadana del TEC de Monterrey, Campus Guadalajara. La lectura que efectuó mi amigo: el niño Aroldo Montesinos Fernández fue magnífica. En esa mesa de lecturas y palabras de magia y reconocimiento, mi amigo francés Julien collado (quien es Maestro en la impartición del francés como lengua extranjera por la Université Nancy Deux) moderó la mesa, además de leer el prólogo que escribió para mi libro el gran poeta Balam Rodrigo. Luego, mi amigo–compadre-hermano: Pompilio Enrique Montesinos (heredero de la dignidad que caracterizó y caracteriza a su padre –también mi amigo-: Don Pomplilio Montesinos Moguel, que al dejar una vida se hizo de una más grande para estar para siempre entre nosotros) dijo sus propias palabras respecto a mi persona y leyó el texto que confeccionó inspirado en mi poemario.

Además de grandes amistades forjadas en mi infancia; amistades tales como la de Alfonso Aguilar Mora, Rafael Orona Aguilar, Jesús Eduardo Liy Mayorga (también mi primo) estuvieron presentes amistades excepcionales a las que doy gracias por su existencia. Me refiero a Haroldo Montesinos Roblero, Virginia Guadalupe Liy Mayorga (también mi prima), Francisco Arturo Montesinos, Mi comadre Carmelita Fernández, Ivonne Ortiz Mérida (también mi sobrina) Saukey Hueda Liy (también mi sobrino), Alex Cisneros (hijo de Richard mi querido profesor de Inglés en los tiempos cuando yo cursaba la Secundaria.), Luis Ortiz Mérida (también mi sobrino), Alejandra Uribe (novia de uno de mis grandes amigos) Kristhian Mayorga (también mi sobrino), Freddy Mayorga (también mi sobrino) y un largo etcétera donde cuenta de manera especial el maravilloso líder de mi ciudad, el profesor Amilcar Roblero quien asistió acompañado de su hijo. Claro, también estuvieron junto a nosotros múltiples amantes de la poesía. Además de estos regalos, de manera especial tuve la grata presencia de buena parte de mi familia Mérida Mayorga, como la de mi madre: la profesora Consuelo Mayorga Bartolomé, mi hermana Luz del Carmen, mi hermano Manuel de Jesús, mi hermana Leticia Mercedes. Y muchos bellos sobrinos tales como Jenniffer y Aldo; entre otros. Además de primos, sin dejar de mencionar a mi cuñado Ricardo Zepeda Hernández. En efecto, frente a estas presencias en el curso que atravesó ese horizonte (curso dialéctico, en consecuencia) con el ánimo de hacer algunas pausas que le dieran fondo de vida y experiencia a mi lectura de poemas a ese amable y participativo público, hablé de algunas experiencias acaecidas en mi oficio de poeta. Sí, el 30 de diciembre de 2011, el ayer y el futuro de mi estar siendo en este planeta, recibió y fue recibido por los otros como agua de una cascada de luz –parecida a la del Chiflón, Chiapas-- que ha hecho de mi existencia un viaje tan extraordinario como velo maravilloso de una novia que del amor con justicia sabe mucho y de manera sobrada; pues en ese día, bajo los mantos de la tarde y la noche, conté también con la presencia cómplice de un gran amigo: el autor amante de lo indestructible.

Las primeras semillas en el horizonte de (aún sin saberlo) ver un día nacer este libro: “Los zapatos del niño guerrero”, se sembraron cuando, por azares de la vida, hace más de veinte años durante cinco meses en una experiencia que narraré en otra ocasión, pude experimentar en carne propia algo de lo que creativamente realiza un niño de la calle para sobrevivir a las patadas de la vía pública. Luego de haber pasado algunos años de esa experiencia, la Red Nacional de los Derechos de los niños auspiciada por la UNICEF, hizo posible que yo estudiara el diplomado de 146 horas (duró un poco más de seis meses) sobre Derechos y Necesidades de los Niños y las Niñas. Diplomado que se efectuó en el ITESO (Universidad Jesuita, en Guadalajara) y que culminé el 25 de noviembre del 2006. Así, abriendo el baúl mi experiencia (también presente y no sólo pasada), aquel propio de las observaciones convocadas por mis estudios, mi oficio de poeta y escritor; además del desenvolviendo el tesoro de mi amistad con algunos niños de la calle: brotó mi libro de poemas en cuestión y que ya recibió su primer bautizo, pues este niño-libro: “Los zapatos del niño guerrero,” además de estar coeditado por la editorial la Zonámbula ( que dirige el poeta, periodista e investigador de la UDG, Jorge Orendáin), el TEC de Monterrey, Campus Guadalajara, y el programa de fomento de la lectura del propio TEC; mi libro tiene la bendición de mi pueblo. ¿Qué más puedo pedir? … No sé. Pero, por ahora, ofrezco disculpas por los nombres de las personas que asistieron al evento y que aquí no pronuncié; no se trata de olvido ni desaire; ya saben: todos laten en mi alma. ¡Gracias por existir!