Después de una venturosa y escalonada vuelta a través de ciudades del norte del país y de la Sierra Tarahumara donde también nos dejamos conducir por grandes tramos de lo imprevisto gracias al tren “EL Chepe” (sobre lo demás de la historia de esta viaje platicaré en su momento) la lógica del corazón me decía: ya que llegaremos de nuevo a Guadalajara el día 24 de diciembre, aprovecharé para celebrar la fiesta de Navidad, junto a mis amigos, en mi departamento; pues al otro día –habiendo ya realizado el esfuerzo de renacer junto a Dios niño— viajaremos rumbo a Chiapas donde pasaremos a casas de amistades de seres, cosas, pueblos y misterios colosales que me irán diciendo: En esta nueva vida, Martín, desembocarás, junto a tus amigos, en el recibimiento regalo de Dios a través de las personas que en la Casa de la Cultura de Motozintla de Mendoza, te convocaron para celebrar el nacimiento de tu nuevo libro: “Los zapatos del niño guerrero”. Y así fue, pues el día 30 de diciembre del 2011 estuve entre personas dignas representantes de quien da vida en abundancia, como es el caso, excepcional entre lo excepcional, de mi amigo-compadre-hermano: Pompilio Enrique Montesinos Roblero –Presidente del Club de Leones de Motozintla-- quien movió los lienzos visibles e invisibles para efectuar esa presentación con el permiso amable del Dirigente del Museo Comunitario de la Casa de la Cultura, el antropólogo Roy Roblero.
En el acto de presentación de mi libro, los niños de la marimba llamada “Marimba infantil” nos conmovieron (nos movieron el piso) con la ejecución de finas interpretaciones; tales como “Ferrocarril de los andes.” En este acto de la presentación de mi libro también contamos con la presencia de personas amantes de la poesía y de saber reconocer a los otros. Además estuvieron presentes mis amigos de infancia y aquel proveniente del Seminario religioso cuando viví el deseo de ser presbítero católico y donde también –agradecido—decidí cambiar el rumbo de mi vida. En esa presentación sin trampas y sin esa clase de espinas innecesarias que los lobos rapaces a veces suelen poner en el camino, nos regaló el tono de su voz el niño Aroldo Montesinos Fernández quien leyó un reconocimiento a mi libro proveniente del Dr. Pablo Ayala Enriquez, director del Departamento de Formación Humanística, Ética y Ciudadana del TEC de Monterrey, Campus Guadalajara. La lectura que efectuó mi amigo: el niño Aroldo Montesinos Fernández fue magnífica. En esa mesa de lecturas y palabras de magia y reconocimiento, mi amigo francés Julien collado (quien es Maestro en la impartición del francés como lengua extranjera por la Université Nancy Deux) moderó la mesa, además de leer el prólogo que escribió para mi libro el gran poeta Balam Rodrigo. Luego, mi amigo–compadre-hermano: Pompilio Enrique Montesinos (heredero de la dignidad que caracterizó y caracteriza a su padre –también mi amigo-: Don Pomplilio Montesinos Moguel, que al dejar una vida se hizo de una más grande para estar para siempre entre nosotros) dijo sus propias palabras respecto a mi persona y leyó el texto que confeccionó inspirado en mi poemario.
Además de grandes amistades forjadas en mi infancia; amistades tales como la de Alfonso Aguilar Mora, Rafael Orona Aguilar, Jesús Eduardo Liy Mayorga (también mi primo) estuvieron presentes amistades excepcionales a las que doy gracias por su existencia. Me refiero a Haroldo Montesinos Roblero, Virginia Guadalupe Liy Mayorga (también mi prima), Francisco Arturo Montesinos, Mi comadre Carmelita Fernández, Ivonne Ortiz Mérida (también mi sobrina) Saukey Hueda Liy (también mi sobrino), Alex Cisneros (hijo de Richard mi querido profesor de Inglés en los tiempos cuando yo cursaba la Secundaria.), Luis Ortiz Mérida (también mi sobrino), Alejandra Uribe (novia de uno de mis grandes amigos) Kristhian Mayorga (también mi sobrino), Freddy Mayorga (también mi sobrino) y un largo etcétera donde cuenta de manera especial el maravilloso líder de mi ciudad, el profesor Amilcar Roblero quien asistió acompañado de su hijo. Claro, también estuvieron junto a nosotros múltiples amantes de la poesía. Además de estos regalos, de manera especial tuve la grata presencia de buena parte de mi familia Mérida Mayorga, como la de mi madre: la profesora Consuelo Mayorga Bartolomé, mi hermana Luz del Carmen, mi hermano Manuel de Jesús, mi hermana Leticia Mercedes. Y muchos bellos sobrinos tales como Jenniffer y Aldo; entre otros. Además de primos, sin dejar de mencionar a mi cuñado Ricardo Zepeda Hernández. En efecto, frente a estas presencias en el curso que atravesó ese horizonte (curso dialéctico, en consecuencia) con el ánimo de hacer algunas pausas que le dieran fondo de vida y experiencia a mi lectura de poemas a ese amable y participativo público, hablé de algunas experiencias acaecidas en mi oficio de poeta. Sí, el 30 de diciembre de 2011, el ayer y el futuro de mi estar siendo en este planeta, recibió y fue recibido por los otros como agua de una cascada de luz –parecida a la del Chiflón, Chiapas-- que ha hecho de mi existencia un viaje tan extraordinario como velo maravilloso de una novia que del amor con justicia sabe mucho y de manera sobrada; pues en ese día, bajo los mantos de la tarde y la noche, conté también con la presencia cómplice de un gran amigo: el autor amante de lo indestructible.
Las primeras semillas en el horizonte de (aún sin saberlo) ver un día nacer este libro: “Los zapatos del niño guerrero”, se sembraron cuando, por azares de la vida, hace más de veinte años durante cinco meses en una experiencia que narraré en otra ocasión, pude experimentar en carne propia algo de lo que creativamente realiza un niño de la calle para sobrevivir a las patadas de la vía pública. Luego de haber pasado algunos años de esa experiencia, la Red Nacional de los Derechos de los niños auspiciada por la UNICEF, hizo posible que yo estudiara el diplomado de 146 horas (duró un poco más de seis meses) sobre Derechos y Necesidades de los Niños y las Niñas. Diplomado que se efectuó en el ITESO (Universidad Jesuita, en Guadalajara) y que culminé el 25 de noviembre del 2006. Así, abriendo el baúl mi experiencia (también presente y no sólo pasada), aquel propio de las observaciones convocadas por mis estudios, mi oficio de poeta y escritor; además del desenvolviendo el tesoro de mi amistad con algunos niños de la calle: brotó mi libro de poemas en cuestión y que ya recibió su primer bautizo, pues este niño-libro: “Los zapatos del niño guerrero,” además de estar coeditado por la editorial la Zonámbula ( que dirige el poeta, periodista e investigador de la UDG, Jorge Orendáin), el TEC de Monterrey, Campus Guadalajara, y el programa de fomento de la lectura del propio TEC; mi libro tiene la bendición de mi pueblo. ¿Qué más puedo pedir? … No sé. Pero, por ahora, ofrezco disculpas por los nombres de las personas que asistieron al evento y que aquí no pronuncié; no se trata de olvido ni desaire; ya saben: todos laten en mi alma. ¡Gracias por existir!
Además de grandes amistades forjadas en mi infancia; amistades tales como la de Alfonso Aguilar Mora, Rafael Orona Aguilar, Jesús Eduardo Liy Mayorga (también mi primo) estuvieron presentes amistades excepcionales a las que doy gracias por su existencia. Me refiero a Haroldo Montesinos Roblero, Virginia Guadalupe Liy Mayorga (también mi prima), Francisco Arturo Montesinos, Mi comadre Carmelita Fernández, Ivonne Ortiz Mérida (también mi sobrina) Saukey Hueda Liy (también mi sobrino), Alex Cisneros (hijo de Richard mi querido profesor de Inglés en los tiempos cuando yo cursaba la Secundaria.), Luis Ortiz Mérida (también mi sobrino), Alejandra Uribe (novia de uno de mis grandes amigos) Kristhian Mayorga (también mi sobrino), Freddy Mayorga (también mi sobrino) y un largo etcétera donde cuenta de manera especial el maravilloso líder de mi ciudad, el profesor Amilcar Roblero quien asistió acompañado de su hijo. Claro, también estuvieron junto a nosotros múltiples amantes de la poesía. Además de estos regalos, de manera especial tuve la grata presencia de buena parte de mi familia Mérida Mayorga, como la de mi madre: la profesora Consuelo Mayorga Bartolomé, mi hermana Luz del Carmen, mi hermano Manuel de Jesús, mi hermana Leticia Mercedes. Y muchos bellos sobrinos tales como Jenniffer y Aldo; entre otros. Además de primos, sin dejar de mencionar a mi cuñado Ricardo Zepeda Hernández. En efecto, frente a estas presencias en el curso que atravesó ese horizonte (curso dialéctico, en consecuencia) con el ánimo de hacer algunas pausas que le dieran fondo de vida y experiencia a mi lectura de poemas a ese amable y participativo público, hablé de algunas experiencias acaecidas en mi oficio de poeta. Sí, el 30 de diciembre de 2011, el ayer y el futuro de mi estar siendo en este planeta, recibió y fue recibido por los otros como agua de una cascada de luz –parecida a la del Chiflón, Chiapas-- que ha hecho de mi existencia un viaje tan extraordinario como velo maravilloso de una novia que del amor con justicia sabe mucho y de manera sobrada; pues en ese día, bajo los mantos de la tarde y la noche, conté también con la presencia cómplice de un gran amigo: el autor amante de lo indestructible.
Las primeras semillas en el horizonte de (aún sin saberlo) ver un día nacer este libro: “Los zapatos del niño guerrero”, se sembraron cuando, por azares de la vida, hace más de veinte años durante cinco meses en una experiencia que narraré en otra ocasión, pude experimentar en carne propia algo de lo que creativamente realiza un niño de la calle para sobrevivir a las patadas de la vía pública. Luego de haber pasado algunos años de esa experiencia, la Red Nacional de los Derechos de los niños auspiciada por la UNICEF, hizo posible que yo estudiara el diplomado de 146 horas (duró un poco más de seis meses) sobre Derechos y Necesidades de los Niños y las Niñas. Diplomado que se efectuó en el ITESO (Universidad Jesuita, en Guadalajara) y que culminé el 25 de noviembre del 2006. Así, abriendo el baúl mi experiencia (también presente y no sólo pasada), aquel propio de las observaciones convocadas por mis estudios, mi oficio de poeta y escritor; además del desenvolviendo el tesoro de mi amistad con algunos niños de la calle: brotó mi libro de poemas en cuestión y que ya recibió su primer bautizo, pues este niño-libro: “Los zapatos del niño guerrero,” además de estar coeditado por la editorial la Zonámbula ( que dirige el poeta, periodista e investigador de la UDG, Jorge Orendáin), el TEC de Monterrey, Campus Guadalajara, y el programa de fomento de la lectura del propio TEC; mi libro tiene la bendición de mi pueblo. ¿Qué más puedo pedir? … No sé. Pero, por ahora, ofrezco disculpas por los nombres de las personas que asistieron al evento y que aquí no pronuncié; no se trata de olvido ni desaire; ya saben: todos laten en mi alma. ¡Gracias por existir!
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