ENTRE EL RÍO SENA Y LA CANCIÓN DEL ELEFANTE
(Escrito allá por la “Francia donde los gatos se posan en los cántaros,” como solía
decir mi abuelita).
Por Martín Mérida
Un día que pasé por el río Sena
no me dio tiempo de escribirle un caligrama.
Desde la torre Eiffel un elefante se balanceaba en varias lenguas.
Desde la torre Eiffel un elefante se balanceaba en varias lenguas.
Tenía ganas de lamentarme a lo Apollinaire por los amores idos.
Más, ese día una mariposa me susurró en la oreja:
Más, ese día una mariposa me susurró en la oreja:
Je t´aime.
Entonces me percaté de Paul Celan
a quien nadie miró lanzarse al agua que corría tensa.
Pero la noche me leyó el Tarot:
Pero la noche me leyó el Tarot:
¡Deja a Paul Celan ser Paul Celan
o el frío desbaratará tus orejas!
Tal vez también deseaba hundirme
porque: “¡Cómo la esperanza es violenta!”
Sin embargo preferí comprar un niño Dios divergente, de madera y marroquí.
Sin embargo preferí comprar un niño Dios divergente, de madera y marroquí.
Era diciembre.
Y cuando con un italiano imberbe tropecé, le dije:
No es lo mismo balancearse que columpiarse.
No es lo mismo balancearse que columpiarse.
¡Hoy en la torre Eiffel están traicionando la canción del
elefante!
Y el muchacho, dejando escapar dos gallos, con cara seria musitó:
Y el muchacho, dejando escapar dos gallos, con cara seria musitó:
¿A quién le importa?
¡A mí!... ¡A mí me importa!..
Expresé, brotándome una carcajada que nunca planifiqué.
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