En mi infancia la Semana Santa era un evento
esperado como se espera la Navidad, con la diferencia de vivir esa semana con
días de misterio, horror y alegría porque no sólo consistía en la vivencia del
despliegue del ritual de pasión, muerte y resurrección de Jesús dentro del
templo de la iglesia católica. No. En las calles de mi pueblo (Motozintla deMendoza, Chiapas) había procesión de diablos. Y Judas Iscariote (quien
traicionó a Jesús) salía de noche, antes de ser quemado, para tocar las puertas
de las casas a pedir pan. ¡Ay!... Me daba tanta lástima Judas, pero no por su
cinismo de presentarse a la gente después de haber sido el medio para capturar
a Jesús; sino porque, tal como lo representaban, parecía un pobre diablo cuya
miserable presencia, con cara de tonto, me hacía salir corriendo de casa a
darle un poco de pan y chocolate. De pronto hasta quienes se comportan como
diablos me dan tanta pena. No obstante, la procesión donde marchaban cientos de
diablos me producía miedo. Claro, una cosa era ver a un diablo caminando por la
calle, y otra observarlos juntos al ritmo de un baile dejando entrever
propósitos malévolos.
Pero, lo que me producía horror consistía en que
tanto el día jueves como el viernes, de esa semana excepcional, si uno se
bañaba los cabellos se convertirían en culebras. ¡Vaya!: hasta existía la
posibilidad de que el cuerpo completo se convirtiera en pez. Por lo tanto, en
esos días, daba un gran rodeo a las fuentes de agua porque no quería ni de
manera mediana quedar para siempre convertido en fenómeno monstruoso.
Más, una de las grandes alegrías, unida a la
tristeza por la muerte de Jesús, consistía en que el Viernes Santo era un día grande
y yo entendía lo grande como el día más largo de todos (tendría entonces seis
años y me parece que quise comprender el significado real de lo grande del día
viernes hasta cumplir ocho años) e hice tan mi propia conjetura de día grande
que un día, sin preocupación por llegar tarde a casa, demoré más horas de lo
normal en casa de un amigo. ¡Vaya, finalmente era un día largo!
Otra alegría grande era jugar los juegos propios de esos días.
Amigos:
Reciban un abrazo con vida, pasión, muerte y alegre
resurrección.
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