El mundo se impuso de tal
forma que no tuve más opción que comprarme un carro para conducirme en las
calles de la ciudad de Guadalajara. Nunca lo desee como se anhela lo que uno
está dispuesto a amar (de niño me soñé piloteando una nave extraterrestre, pero
nunca conduciendo un carro). No obstante, al tener al carro cerca de mí, no
tuve más remedio que aceptarlo y aprender a quererlo. Por supuesto, si la lógica de esta ciudad fuera otra y en verdad el horizonte
intencional de cultura se prestara para andar en bicicleta
por calles y avenidas en un mundo donde del amor no se
hiciera una quimera
(en Guadalajara sólo hay unas cuántas vías
ciclistas y a cada momento se sabe sobre ciclistas muertos por atropellamiento)
no dudaría en usar mi coche
mascota y/o nave espacial sólo para salir de paseo fuera de Guadalajara, pues
soy senderista y montañista de corazón.
Pero por ahora mi coche, además de convertirse en un platillo volador, también amanece vuelto mascota y no en una simple máquina. Mascota y/ o nave espacial en cuyo interior se escucha música y se generan proyectos. Mascota y/ o nave espacial por cuyos ojos mi mirada se ensancha para ver el fondo de las calles y del cielo desde una perspectiva distinta a cuando voy a pie (ir a pie también es proyecto que disfruto tanto, tanto y tanto.. como correr). Y, desde esta ahora bella mascota (también nave espacial) me advienen poemas. Así que, "sin querer queriendo" ya amo a mis mascota y/o nave espacial.
Antes de seguir con mi
escrito, pido disculpas a quienes aquí en Guadalajara luchan por que vayamos
sólo en bicicleta, a ellos debo subrayar que mi casa se encuentra muy lejos de mi trabajo y el
transporte colectivo, salvo en momentos exepcionales, todavía sigue siendo de pésimo servicio. No obstante, les
prometo conducir tanto bajo todas las formas de respeto, como las de cazador de
ilusiones.
Si después de muchos años
de negarme a aprender a conducir ahora he efectuado este movimiento (debo
subrayar que mi negación se debía sobre
todo por un trauma debido a un accidente, pues bien sé que, aunque no anhelara
un carro, siempre es bueno saber de todo a ser útil en el afán de servicio) se
debe a tres valientes guerreros que durante el mes de julio de 2014 se
propusieron enseñarme. Al respecto, mi
carro danza de alegría y admiración cuando mis amigos llegan a mi mente. Sí, tres de mis
amigos se dispusieron a ser mis maestros de enseñarme a conducir automóvil y me
dedicaron muchas horas de su tiempo. Aquí, como reconocimiento a su gran
servicio hacia mi persona, subrayaré algunas de sus indicaciones (aparte de
aquellas propias tales como cuidar al peatón y hacerme responsable de mi
entorno) que ya interioricé. Debo subrayar: el tercero a mencionar me dio sus propias instrucciones desde el
misterio de la eternidad (mi gran amigo trascendió este mundo el 20 de julio de
2014). Y desde la eternidad me enseñó a entrar a gasolineras, lava-autos, tiendas
de autoservicio, estacionamientos subterráneos; etcétera.
1.- Sergio Gómez (Shishi
G. López --de 23 años--):
“Martín: “Así como cuando
fuimos a Tapalpa y seguiste el carril de
la carretera sin salirte, haz de cuenta que cada calle es una carretera: nunca
te salgas del carril de tu carretera.”
2.- David Spin (27
años):
“Martín: A veces, sin
remedio, es necesario ir rápido si no
quieres que un desalmado te pulverice y, al hacerlo, el movimiento debe salir
desde lo que de por sí eres: un ser seguro de sí mismo.”
3.- Esteban Robles (de
22 años. –
Pero en la eternidad, desde donde nos habita a partir
del 20 de julio de 2014, es el muchacho con corazón de niño que siempre fue y siempre será).
“Martín: No pasará nunca
nada malo cuando entres a gasolineras, lava-autos, tiendas de autoservicio, estacionamientos
subterráneos; etcétera. Acuérdate que sabes hacer meditación. Así, con un
tranquilo ritmo respiratorio y una mirada vigilante abarca-todo, vas a entrar
con este carro a todas partes”.
Amigos: ¡Gracias por
existir como valientes guerreros!
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