Fernando Esteban Larrinaga Robles cuando fue bebé era musical de manera impresionante y de esto da testimonio no sólo su mamá Lolis,
pues su tía Cecilia Robles, quien
ayudaba a bañarlo, afirma que gustaba bañarse no solo con agua sino también con canciones. Por consecuencia sontengo:
quien se baña con canciones no puede sino dormir con canciones. Y quien se baña y duerme con canciones cuando
logra llegar a ser joven (a propósito no hay edad para llegar a ser joven, pues
muchos aunque tengan 20 años tienen una personalidad tan anquilosada de dar
pena) no puede sino tener un corazón musical. Así, una de las canciones preferidas del tiempo de
bebé de mi amigo Esteban fue “Baby belluga”.
Y cómo no habría de serlo si
el mar es: “way down yonder were the
dolphins play. / Where you dive and splach all day./ Waves roll in and the
waves roll out./ See the water squirting out your spout./ Baby
beluga, oh baby beluga!..”
Dicho sea de paso, Fernando Esteban fluye tanto con la música que a sus 22 años ha llegado a dominar varios tipos de
instrumentos musicales (occidentales, orientales y de tradiciones indígenas). A
propósito, estoy hablando en tiempo
presente porque no me cabe duda que a Dios le urgía un corazón musical como el
de Esteban, y ese corazón ahora está emitiendo música desde la eternidad y la
eternidad es ahora.
De la pasión por la
música, entre otras pasiones de gran
altura humana, Fernando Esteban desprende una existencia amable (a-ma-ble en
toda la extensión de esa extraordinaria palabra). Y los rasgos de su fundamental amabilidad podemos centrarla
en tres cualidades que a decir del
filósofo y teólogo de la liberación, Leonardo Boff, son características de
quien ha llegado a ser plenamente humano: “la justa medida, la ternura vital y
el cariño esencial. ¡Que orgullo más grande ser amigo del joven Fernando Esteban Larrinaga Robles porque Dios
es tan alegre como joven!
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