El lunes por la tarde (y tal vez unos pocos días
antes) sentí un vacío inexplicable en mi
corazón presintiendo cómo una presencia
muy amada había trascendido más allá de lo humano. Pero hasta ese momento no sabía que se
trataba de ti, Esteban quien llenó de
luz sublime- especial de amor fraterno
mis días de ser profesor en el Tecnológico de Monterrey. Porque dentro y más
allá de mi espacio laboral, tu más allá de cósmica presencia me acompañaba con
el ritmo de ese libro sobre el cual hiciste vida los acuerdos. Incluso, –debo afirmar-- los hiciste vida más allá de ellos porque tú
eras para mucho:
1. "Sé
impecable con tus palabras".
2. "No te
tomes nada personalmente".
3. "No
hagas suposiciones".
4. "Haz
siempre tu máximo esfuerzo".
Luego, entonces, te convertiste para mí en un
extraordinario fenómeno más allá del Éverest y no sólo por nuestras trepadas al volcán Nevado de Colima; claro que no. Sino y, además, por los encuentros en
aquellas ocasiones de platicar cosas de
amigos (¿qué no se le cuenta a un amigo? -me decías con sonrisa no tan sólo
CÓSMICA-- y por eso ahora me sé hasta los recovecos del día de tu nacimiento)
mientras compartíamos el desayuno donde solíamos dividirnos la comida para
enriquecer más de nutrientes los alimentos. (Al respecto, algunas miradas superficiales-monstruosas,
tal vez nunca habrán de saber que la amistad no sabe de fronteras ni de límites
de edades). Sí, en consecuencia: algunas miradas aviesas no sabrán cómo la
verdadera amistad requiere cósmica altura
y de unidad definitiva con lo divino, como tú la poseías y ahora la
posees por completo (mi grandiosa montaña-amigo Esteban) mucho más
transfigurada. En efecto, tú sabias
corresponder a la amistad ultra tiempo y
espacio. Porque, a pesar de las
inevitables ausencias físicas, permanecía conmigo tanto tu abrazo puntual, como
tu pensamiento amigo, mediante el correo
electrónico, el facebook, el teléfono o la telepatía: porque cuando hay
verdaderos encuentros, nos acontecen increíbles fenómenos a pesar de lo que
digan los de poca fe. Y cuando llegabas,
al mirarte, sentía que Dios de bondad infinita me regalaba la tremenda gratitud
de su presencia.
Te estoy hablando en tiempo pasado (amigo,
perdóname). Sí, te estoy hablando en
tiempo pasado porque tu partida apenas
el día 19 de julio, fue de tal osadía elevándote tanto- tanto y tanto para
siempre, que inevitablemente, mi corazón sintió un tremendo y terrible derrumbe porque fue imposible no sentir el sismo de un sol en
movimiento antes no experimentado.
Amigo: el mar del poblado de Bucerías, en Nayarit, se
convirtió en un bello perro (tú también amas a los perros ni modo que no ) y
fiel lo seguiste hasta una de sus
profundidades para servirte de escalera al cielo donde siempre has sido uno de
sus ciudadanos. Amigo: te estoy hablando en pasado para aligerar mi dolor
renaciendo en la eternidad del presente donde habrás de permanecer más allá de
la muerte. ¿Te acuerdas?: nos quedó
pendiente otra subida al volcán Nevado de Colima en cuya cima habríamos de
depositar algunas cenizas de tu papá quien, también, siempre deseó subir al
volcán con nosotros. Nos hizo falta también emprender la subida tanto al Machu Picchu, como al Volcán del Tacaná. No
importa, de todas maneras subiremos esas cumbres desde una perspectiva más allá de la lógica.
Amigo músico, amante de la clásica música (e
intérprete de música) seguidor de los
Beatles, de las canciones del Mago de Oz… Sí: Esteban deportista, Esteban
montañista, Esteban yogui, Esteban reflexivo y meditativo, Esteban viajero, Esteban
intelectual-espiritual, Esteban lector y guerrero; Esteban arcángel por no
juzgar a nadie, Esteban estudiante de " Animación y Arte
digital", Esteban parecido a un
pájaro quetzal, pero con muchos más cantos que setecientas voces. Con tus 22
años (te conocí cuando recién cumplías 18) en tu paso por el Tecnológico de
Monterrey aunque oficialmente el
profesor fui yo, te constituiste en uno de mis más apreciables queridos,
grandiosos y amados maestros. ¿Qué podría, por consecuencia, decirte si ya eres parte no sólo de la luz; sino del
misterio insondable más allá de la luz?..
¿Sabes?... conservo la piedra; la pequeña piedra
cuando pensaste en mí en una de tus inmersiones en aquel matiz del mar de Cancún de hace tres años:
“Martín: te aviso que al llegar a Cancún me meteré
al mar y tocaré el fondo hasta hallar una piedrita para ti que te sea tan
cabrona que recuerdes para toda la vida que subimos juntos el Nevado.
Recibe un abrazo de los más grandes.
Tu amigo Esteban.”
Conservaré la
piedra ahora convertida en sacramento recordándome que, a pesar de los monstruos alucinados del
mundo, subsistimos como humanos gracias (¡y por fortuna!) a que la Madre Tierra da a luz a seres como tú.
Esteban:
¡Gracias por existir
y ser mi amigo más allá de la muerte!
Martín Mérida
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