Pero… ¿¡Qué demonios es un sitio como el “Salón Veracruz” aparte de ser un centro para bailar!?.. ¿Qué estructuras complejas de significación se entretejen en sus adentros?!... “Es un lugar para bailar, abierto a la diversidad humana:” había leído en una página de Internet. “Se trata de algo parecido a un antro donde se bebe de manera moderada, pues casi todo mundo llega a bailar con pericia”, me aseguró una amiga que de vez en cuando busca sitios para bailar. Sin pretender borrar del todo esos ecos de voces conocidas, poco a poco voy comprendiendo el sentido de encontrar respuestas situándome en el propio terreno; respuestas que escuchando lo sugerido por nuestro Clifford Geertz (1987:) irán aquí más encaminadas a la descripción que a la predicción. Ruego, pues, clemencia hacia las limitaciones de este mi decir basado en una sola visita al salón ya nombrado y que, por si tienes ganas de bailar, puedes encontrarlo en la calle Manzano 486 de esta ciudad de Guadalajara, Jalisco, México. ¿Sabes?.. Para poder estar ahí, debí desvelarme un poco, pues es durante altas horas de la noche donde en ese salón comienzan (por expresarlo de esta manera) las verdaderas revelaciones. Y si menciono lo de haber tomado la decisión de desvelarme, un poco, no es porque no pueda hacerlo; antes bien: nunca suelo realizar esta acción si al otro día, temprano, me jala las sábanas alguna actividad impostergable. En efecto, al otro día de mi visita (ese otro día fue sábado) a ese espacio de baile comenzaría un curso llamado “Métodos de casos” en el Tecnológico de Monterrey, Campus Guadalajara. Por fortuna, para emprender la visita, me animó la compañía de mi grupo compañero en mi estudio de la maestría en Filosofía y Ciencias Sociales en el ITESO (Instituto de Estudios Superiores de Occidente). Para efectos de esta tarea, nos dividimos en equipos y me tocó trabajar con Cathy de la Mora y Felix Martín Mencias. Al llegar al salón lo primero a llamar mi atención desde la entrada, fue una serie de pinturas con contenido erótico. Nuestro proyecto de visita no parecía nada fácil: tratar de interpretar las expresiones que aparecen como enigmáticas en la superficie. Sí, porque a simple vista sólo hay un salón con una pista sostenida por 12 pilares; pilares que a su vez lucen adornos concernientes a las fechas septembrinas, pero también se revelan como lo suelen hacer en los templos.
Mis amigos y compañeros de Filosofía, en mi casa punto de partida.
En la pista, múltiples parejas exhibían su destreza en el baile, y otras, miraban sentadas alrededor de las mesas; aunque, a decir verdad también observé mesas compartidas por personas sólo del sexo femenino; personas en espera de alguien para salir a bailar; como solemos decir.
Alrededor de este escenario, los meseros iban y venían; venían e iban transportando las bebidas y botanas para sedientos y hambrientos. Al fondo los músicos desplegaban hasta nuestros oídos melodías de prender la atmosfera con notas de canciones alegres tales como Me fallaste, Carnaval, Qué hay de malo, Si volvieras; etcétera.
Hace algo del alargamiento o abajamiento del tiempo que no voy a un salón de baile aún cuando de sobra sé sobre mi gusto por el baile y mi no saber del todo moverme con las técnicas precisas y necesarias. Sí, debo decirlo: el ritmo de mis actividades actuales me lo impide; pero ese ritmo no puede con mi metafísica y psicológica libertad de ponerme a bailar, cuando se me pega la gana, en casas de amistades y en mi propia casa-punto-de-partida. Pero, ya en el caso de estar en el Salón Veracruz, ¿cómo le haríamos para no parecer intrusos puesto que, en lugar de bailar, tomaríamos fotografías y realizaríamos todas las posibles entrevistas. ¿Cómo pasar desapercibido o ser aceptado plenamente junto a personas, como nosotros, que en lugar de bailar ejecutarían movimientos distintos a todos?.. Porque el “Salón Veracruz” es una dimensión aparte a la de Balí donde el antropólogo Geertz y la señora Geertz terminarán por ser aceptados después de una redada durante una pelea de gallos ( GEERTZ, 1990).
No sé si por amor a la música, lo primero en efectuar con mis amigos y compañeros de equipo de trabajo en la materia Antropología y Sociología de la cultura (Cathy y Felix Martín) después de pasar por el rito de ser auscultados por los guardias (que buscan eliminar armas o drogas y cosas por el estilo) y comprar el respectivo boleto de entrada, fue colocarnos cerca de los músicos quienes nos trataron con amabilidad de la maravilla de invitarnos a subir al estrado para lograr fotos más efectivas de los integrantes de las bandas musicales “San Francisco” y “La Bahía”. Había transcurrido casi media hora de estar en ese estado de sentirnos bien recibidos cuando llegó alguien parecido a gerente a decirnos con un tono, al principio de enojo, que no tomáramos fotos a los bailarines. Prevención fácil de comprender, pues cuando otra vez me dirigí a ese señor para preguntarle sobre el motivo de tal prohibición, me aseguró, ya con tono amable, que en una ocasión la mujer de uno de los bailarines vio una foto, expuesta en una revista, donde se mostraba a su esposo bailando con su amante. Debido a esta revelación, las fotos que aquí exhibo, con excepción de las de C. Geertz y la de los músicos (estos útimos realmente estaban ahí y el gran Clifford estaba ahí desde el silencio más alto) son imágenes de los cuadros adornos del salón. En esas horas de estar queriendo ver más allá de las notas obvias disfruté, en efecto, de la pericia en la forma de bailar de las parejas. A las personas mayores las observé cual niños (¡qué bueno!) forzándose en dar lo mejor de sí en la pista cuyo centro era tomado por la pareja que quería mostrar más lucimiento abriéndose paso entre la multitud de bailarines. En esta ocasión un señor de avanzada edad dominaba el escenario por manifestarse como maestro de baile en ese espacio donde las parejas, mucho más jóvenes, en algunos momentos luchaban por seguirle los pasos. Al ver tal profesionalismo en las maneras de bailar, pensé que si se me hubiese ocurrido bailar en un lugar, como el salón en cuestión, donde todos ejecutan con maestría salsa y merengue, no lo hubiese disfrutado como lo saben hacer quienes poseen las técnicas; porque las técnicas son indispensables aunque después haya que sobrepasarlas; creo. Tal vez pronto renueve mi curso de Salsa. ¿Por qué no?...: “Solo los muertos no hacen cosas nuevas,” dijo alguien que tal vez nunca murió.
Poco a poco al sentir el deber hacer mi trabajo de entrevistador, experimenté un poco de pena, pues: ¿para qué quitarle el tiempo a quienes no quieren perderlo en otra cosa que no sea bailar? Preocupado y con la finalidad de salir de dudas; me acerqué a una pareja de recibirme amablemente diciendo: ¡Ah, te llamas Martín Mérida y eres uno de los que vienen con planes de estudio! Pocas horas antes, uno de los vocalistas del grupo musical La Bahía me había preguntado sobre nuestra procedencia y por el sentido de la visita. Y al explicarle, no dudó en anunciarlo por micrófono: “¡Bienvenidos los amigos entrevistadores que hoy nos hacen favor de visitarnos!” “¡Siéntanse en su casa!...” Tal vez este acontecimiento, guardando las diferencias, se parece a lo experimentado a la pareja Geertz (GEERTZ. 1987) quienes, en Bali, sólo al huir de la policía que perseguía a todos los asistentes de la pelea de gallos, fueron aceptados por los lugartenientes. Así, los primeros entrevistados me dieron el regalo de su información.
La descripción densa, como traté de aclarar desde el principio de mi escrito, no busca en sus descubrimientos empecinarse a realizar hallazgos de forzadas y esclavas leyes universales, pues quiere sacar a luz la red de estructuras de significaciones socialmente establecidas en un terreno determinado ya que éstos son sistemas de interacciones con signos interpretables.[2] En este sentido, esta descripción se encuentra dentro del horizonte semiótico y, para C. Geertz , este modo de hacer etnografía es justamente el análisis antropológico.
"La vocación esencial de la antropología interpretativa no es dar respuestas a nuestras preguntas más profundas, sino darnos acceso a respuestas dadas por otros [...] y así permitirnos incluirlas en el registro consultable de lo que ha dicho el hombre" (GEERTZ, 1987: 40).
En el Salón Veracruz pude ver varios campos semánticos dignos de estudio que bien podría profundizar si me doy a la tarea de asistir con constancia (y, quien sabe, a lo mejor me vuelva un bailarín formidable) a ese espacio y tiempo. Hoy sólo estoy contándote algo de lo que vi. No obstante, como ya te habrás dado cuenta, ya estoy en este escrito integrando algunos aspectos de mi observación. Observación siempre bajo el horizonte intencional de querer aprender el método del finado C. Geertz. Adentrado en el ambiente festivo del “Veracruz,” comencé a ver en las expresiones de baile una manera de comportamiento transgresor. Tomando la palabra transgredir como atrevimiento a salirse de lo acostumbrado: pasando del tiempo viejo al renacer. Y esto último en consonancia con Ángel Aguirre Bastián quien al reflexionar sobre el fenómeno de la fiesta, dice: “La fiesta tiene también un origen sagrado. No se trata de transgredir lo sagrado, sino del hecho sagrado de la transgresión (…) La fiesta es la vivencia arcaica de la destrucción, que precede a la creación (paso de “caos” a “cosmos”). Se trata de una forma “corporal” y ritual de sacrificar la muerte (rutina, tiempo profano, tiempo viejo) para renacer”. (BASTIÁN, 1994: 67.) Bailar es fiesta y, como tal, lleva, pues, ese poder transgresor como puerta de permitir al bailador el sentimiento de conducirse al renacer, porque cuando hice la pregunta: ¿Para qué sirve bailar?, las respuestas proporcionadas coincidieron con este horizonte. Veamos: cuatro parejas entrevistadas (más 3 personas sin pareja) coincidieron en 5 respuestas: 1) Ayuda a dejar atrás el trabajo; 2) Sirve para sentir placer; 3) Es un buen recurso de fin de semana que ayuda a dejar atrás la rutina. 4.- ¡Cuando se baila se vive!; 5) ¿Por qué en lugar de preguntar, no te pones a bailar?
Las anteriores respuestas hablan del baile como trans-gres-sión de lo ordinario y que, además, cumple una función terapéutica. Respuestas comprobables al observar a las parejas en pleno movimiento. Respuestas sacando a relucir la alegre rebeldía del baile y, en este caso, lo transgresor no consistió en efectuar acciones en desorden, sino en darle la vuelta a lo que quizás se piensa de un lugar de este tipo. ¿Verdad?..
En el Salón Veracruz lo transgresor se disfruta de manera especial pues la gente que asiste, en su mayoría, lo hace porque sabe bailar Salsa y Merengue.[3] Oh, la-là!..: me sorprendió corroborar que todos bebían con moderación y si alguien estaba borracho, éste no molestó a nadie. Entre los bailarines, me llamó la atención una pareja a quien comencé a seguir para buscar un momento oportuno de entrevista. No pude conseguir dicho objetivo sino hasta esperar a que se acercaran al bar situado más o menos cerca del estrado donde lucían los músicos. La pareja me informó que este viernes no era un día normal; pues para ellos era oportunidad de celebrar su primer aniversario como pareja no erótica; sino de baile.
De pronto, visualicé a una mujer que me guiñó un ojo sugiriendo (al menos eso interpreté) la sacara a bailar. Como no tenía intención de realizar dicho acto, al acercarme me presenté como quien sólo deseaba hacerle una entrevista. Ella estaba rodeada de otras mujeres que, luego de escucharme, se pusieron a reír. Me dio la impresión de que esas mujeres se conocían desde inmemorables tiempos. La mujer entrevistada frente a mí ya no mencionó nada sobre sacarla a bailar, acción tal vez cumplimiento estricto de que es el hombre quien debe realizar esa tarea y no pretendía dar a entender a sus compañeras que fue ella quien me guiñó el ojo. Esta simpática mujer, con voz amable, me aseveró haber venido al Salón Veracruz debido simplemente a su gusto por el baile; pues lleva más o menos cinco años de venir a bailar, más o menos de manera ininterrumpida.
Al llegar al punto de preguntarle sobre si siempre llegaba junto a sus amigas a ese salón, su respuesta fue afirmativa y me aclaró lo concerniente a ponerse a bailar sobre todo porque la Salsa es un baile por el que pagó lecciones y necesita practicar. Pero --dijo--: “no bailamos solas… siempre esperamos un caballero experto en Salsa”. Mientras entrevistaba a esta dama, poco a poco sus amigas iban saliendo a la pista de baile y, entonces, me di cuenta: mi entrevistada estaba perdiendo varias oportunidades[4] de salir a transgredir el polvo del tiempo debido a mi intromisión con lo de la entrevista. Agradecí, entonces, su valioso mirar compartido con quien no pudo, en esta ocasión, salir con ella a bailar siquiera una pieza. Para terminar, siguiendo la tradición de mis escritos en este blog también tu casa, te comparto el poema con el que termina mi libro “El país de la mirada” (MÉRIDA, 2007: 83). ¿Vale?
El país de la mirada se descubre paso a paso Ajeno a la guerra aparece con voces de lo intrépido Asusta al que no encuentra el mapa para hallarlo Y es territorio sin horas de aburrimiento Y es presente vestido de madrugada El país de la mirada nace si me uno a tus ojos Y necesito de ti para encontrar la voz del agua El país de la mirada es ronda que nos nombra Niños sin fronteras Ahí un poema abre sus puertas hacia la sala donde se juega ***
Bibliografía AGUIRRE B. Miguel Ángel. (1994). Estudios de etnopsicología y etnopsiquiatría. Barcelona: Universidad de Barcelona. GEERTZ , Clifford. ( 1987). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa. Descripción densa. GEERTZ , Clifford. ( 1987). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa. La pelea de gallos. MÉRIDA, Martín. (2007). El país de la mirada: Guadalajara, Jalisco, México: Literalia editores. [1] Para el autor Clifford Geertz, la etnografía es descripción densa y es trabajo del etnógrafo descifrar las redes estructurales, pues con la mirada microscópica de esta manea de descripción, al tratar de rescatar lo dicho, interpretamos el flujo del discurso social. [2] Véase el capitulo 1 del libro de Cliffor Geertz (1987: 10-40) donde se describe, con detalles, lo concerniente a la Descripción densa. [3] En el Salon Veracruz todo parecía indicar que si una dama se da cuenta que el caballero no sabe bailar, difícilmente bailaría largo rato con él.
1 comentario:
excelente!
ese Salón Veracruz es una joya cultural..
y es una experiencia que me gustaría vivir en un salón de baile de danzón en el Distrito Federal, con todo el polvo, el sentimiento y la historia que sólo una urbe con tanta magia como la gran Ciudad de México puede tener.
Publicar un comentario