domingo, 4 de octubre de 2009

A Mercedes Sosa quien hoy llegó cantando hacia lo más alto que la esperanza. IN MEMORIAM.

"Si la muerte me lleva no ha de ser para siempre,
no ha de ser para siempre.
Yo revivo en mis coplas
para ustedes, para ustedes."
Felix Luna



Mientras subía a esta tu casa-blog un escrito sobre mi experiencia en el “Salón Veracruz” situado en Guadalajara, Jalisco, México: hoy 4 de octubre del 2009, día del poeta Francisco de Asís (poeta de la ecología) Julián Collado me informó sobre el deceso de Mercedes Sosa. Lo leyó en el periódico “Le Monde,” pues se trata de un amigo francés que lee el periódico y que sabe de mi amor, sin cortapisas, por la argentina cantante de implorar justicia no sólo para nuestra América Latina. Porque tan inteligente como quien decide ser presente con memoria, Mercedes estaba, en lo profundo, también interesada por las realidades personales de los seres, extranjeros de la perspectiva que prostituye el amor.

La noticia, tan casi hacerme suspender el corazón por un instante, me situó en los laberintos de la tristeza, porque Mercedes desde mi adolescencia (y de especial manera hace once años) me levantó con toda la densidad de su voz sólo comparable al árbol de roble. Su voz, como también sus ojos de campesina, me llegaron vueltos halcón del vuelo más allá de la esperanza. Y ese vuelo ya no podrá desprenderse de mi corazón de tierra-canto-sufrimiento-alegría de aún estar aquí. Vuelo "que saca todo el dolor de adentro." Vuelo de lo que ayuda a levantarse, pues yo también quiero exclamar: "rumbo a la cosecha/ cosechero yo seré".



Debido a este río de la tristeza, hoy no tengo fuerza para expresar toda mi admiración por esta defensora, sin igual, de los derechos humanos; pues Mercedes merece todas las páginas. No obstante, ¿para qué tantas letras si tengo un regalo que me vibra en este momento de escribirte?. En efecto, Mercedes Sosa llegó a mí no solo a través de sus discos y de sus presentaciones en el Instituto Cultural Cabañas de esta Guadalajara. No, no nada más. Mercedes voló de manera especial en un sueño y llegó a consolarme en uno de mis cumpleaños y cantó letras como "Sólo le pido a Dios", "Todo Cambia," "Vengo a ofrecer mi corazón;" etcétera. Sí, vino a mí Mercedes con esas canciones en la que con su voz incomparable (porque en América hay algunas voces que solo dicen estupidez) subrayó una canción como se marca lo que no podré olvidar. Esa canción se llama "Soy pan, soy paz, soy más".



Quizás lo que estoy en este octubre escribiendo sobre esta incomparable mujer, hoy uno de mis poemas también me ayude a expresarlo:





SOL DEL A-DIOS
(1)




"Lo infinito del tiempo no me asusta,

creo que es el mismo movimiento del a-Dios".

E.Lévinas.


Dentro del canto que eleva el tejido de su esfuerzo

Y cuya sombra luz no sabe de esperas

A-Dios tú que eres yo

sube por las patas de ese naranja-rojo-blanco-café-amarillo

Que despierta sólo si ríes

Y juegas por su tela de araña

Y cantas por sus círculos

Y gritas por sus cuadros la melodía del a-Dios


Háblale de mí a la realidad que no cabe en un nombre


Escucha:

Vuelve quien se va

más allá del regreso

como

a

de

a-Dios




***

(1) MÉRIDA, Martín. (2002: 88). La pasión según un hombre cualquiera. Guadalajara, Jalisco, México: Mantis editores.





Te dejo aquí la canción: "Soy Pan, soy paz, soy más" que muestra el servicio conquistado por Mercedes:


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