martes, 14 de abril de 2009

Sobre la SEMANA SANTA, en Motozintla 2009, donde devine padrino de un niño.


Después de un parpadeo llegó abril de 2009, y me encontré en la ciudad de Motozintla (antes llamada San Francisco Motozintla) de hacer palpitar mi corazón con la fuerza de una frase desprendida del texto titulado Sendero de campo del filósofo Martin Heidegger. Frase que  ha ido cobrando sentido en mí, debido a algunas reflexiones efectuadas durante el mes de marzo desde mi ocupación como profesor y junto a mis estudiantes de las materias que, de una u otra manera, tocan el aspecto de la ética cívica (basada en los Derechos Humanos) que imparto en el TEC de Monterrey, campus Guadalajara:
 
“Al distraído lo sencillo le parece uniforme. Lo uniforme harta. Los hastiados encuentran solo lo indistinto. Lo sencillo escapó. Su quieta fuerza está agotada” (1) 
 
Esta aguda expresión de M. Heidegger, de cara al siglo XXI y en plena celebración cuyos actos conducen a los cristianos a celebrar la resurrección de Cristo (¿conducen a los cristianos a celebrar la resurrección de Cristo?), bien puede caer como látigo si el mundo y su espectáculo que caricaturiza a las personas ha logrado convertirnos en seres distraídos, uniformados y hastiados. Porque nada me parece peor a ser un infeliz (o un feliz de porquería) dentro del atrapamiento de las maquinaciones del mundito (que solo a los ciegos les parece grande) lanzándonos a ser danzantes de una farza. Danzantes como ser traidores de sí mismos. Danzantes cual Judas feliz y envenenado entre proyectos que pulverzian posibilidades de existencia digna.

 
 
Como no pretendo elaborar un escrito teológico sobre el hombre también Dios y resucitado después de tres días de ser sepultado: Jesús de Nazaret (según el relato cristiano; por supuesto) yo un ser humano viviendo entre lo días de crisis financiera mundial y de guerra donde, a pesar de que la palabra Pascua lleva el sentido de paso a una vida renovada, se sigue derramando sangre inocente, sólo estoy tratando de contarles mi experiencia en esos días de desear no ahogarme entre el polvo y, de esa manera, tener fuerza para vivir lo sencillo lejos del agotamiento del mundo. Y lo sencillo llegó gracias a los otros. Sí, llegó porque además de celebrar con mi familia el desayuno conteniendo pan, miel y chocolate que durante el día jueves santo se reparte entre familiares y amigos ( ojalá esta tradición abra sus puertas hasta saciar a todos los hambrientos y desarrapados, con proyectos no atrapados en el asistencialismo ni en los fatuos sueños de "las buenas gentes"): en el topós de una iglesia mostrando, en la vidiriera del ventanal principal, al poeta Francisco de Asís junto a un amansado lobo, fui padrino de bautizo de un niño cuyo misterio y desenvuelta presencia, revela haber venido del mar. En efecto, fui padrino de bautizo de un niño de nombre Enrique Pompilio Montesinos Fernández.

Si en este escrito he mencionado lo de iglesia sencilla es porque, siguiendo al filósofo Martín Heidegger, sólo entre lo sencillo se percibe la paz de lo profundo. Y porque no concibo una iglesia soberbia y sorda dándole la espalda al Concilio Vaticano II (por el contario, creo en una iglesia, con orientación a la justicia, que no desprecia lo histórico y lucha por vivir el espíritu de las bienaventuranzas, porque estamos hartos de sectarismos lanzando a la esquizofrenia de quienes, olvidando su tarea de mediación, suelen endiosarse creyéndose únicos e imprescindibles) para convertirse en espectáculo como aquel de pan y circo maquinado en el afán de adormecer a quienes desean ser tratados como tontos o a los enajenados de remate.

Así, el sábado por la mañana, mientras esperaba a que la señorita de la Notaría Parroquial, recibiera los papeles de hacer realidad lo del bautismo, tomé una foto a un detalle inscrito en una pintura sobre Francisco de Asís: patrón del pueblo (patrón para los que siguen la tradición católica; claro) y recordé cómo hacen falta hombres de la altura de quien alguna vez fue hijo del mercader Pedro Bernardone; pues Francisco, de corazón sencillo, supo con su vida entera denunciar, desde su praxis comprometida, lo podrido de las altas estructuras de la iglesia. Y lo vi siendo levantado (como a continuación muestro en la foto) por moros y toritos: siendo levantado como se hace con un niño a quien se le admira y porque ese mismo niño que se admira también está presto a ser moro o torito con ansias de levantar a otros y no se queda sentado sobre algún trono de reflejar decadencia, herrumbre y vacío.

Mientras tomaba la foto a Francisco el poeta instrumento de paz por defender lo digno, llegó el papá del niño ahora mi ahijado: mi compadre Pompilio Enrique Montesinos. Después seguiría el Kairós (2) de hacer brotar la risa.



DANZA (3)

I

El hombre agachado se desprende
lo aguarda un sendero de música imposible
Todo su impulso en deconstrucción del mundo
Es resurrección de carne-espíritu
Su osadia derrumba bestilidad del tiempo
Mientras sombras abren puertas donde alas

¿Pero cómo separarse de lo inútil?

Inicia fuego de la danza
No hay comienzo ni fin
El mar: su rostro
Un pie y una mano tensan desconcierto
del otro paso sólo en suspenso

II

El hombre agachado salta al corazón del público
Lo eterno en un instante se hace ritmo
Dios nace en el hombre y fluye entre la sangre
El hombre se hace Dios y vuela en la sonrisa


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(1) Tomada la palabra Kairós (de origen griego) como tiempo de gracia y oportunidad de mirar los detalles de la vida más allá de las imposiciones del tiempo como Kronos.

(2) De la experiencia del pensar y otros escritos afines, (1983). Santiago: Publicaciones Especiales No 26, serie Textos, facultad de Filosofía, Humanidades y educación, U. de Chile.
 
(3) MERIDA, Martín, (1999). El milagro de tu voz distinta. Guadalajara, Jalisco: ITESO, p.99.

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