domingo, 22 de junio de 2008

Junio con risa de Iván.





Hace seis años cuando había pasado mucho tiempo de un instante (o quizás nada de tiempo porque percibo misterio en esta vida) Sol –mujer nacida en México y además renacida en otras galaxias—; Sol: mujer quien el árbol de la vida, con el movimiento abierto de sus brazos, hizo que fuera amiga: detuvo en la puerta de mi casa una carreola para que mi humanidad contemplara el rostro de su niño recién nacido. Sí, Sol detuvo una ca-rreo-la en el umbral para acentuar lo inmenso; lo inmenso porque el rostro de un bebé lleva fuerza para hacer bajar cometas a señalar la ruta hacia encontrar el inicio de lo nuevo.

Pero no solo Sol Arreola; también Julien Collado –el padre del pequeño— estaba ahí en un ala de la puerta. Julien sujetaba el otro extremo de la carreola mientras decía: “¡Te traemos una sorpresa!”. Julien, amigo también fruto del árbol ya citado; amigo nacido por vez primera en Francia y que se pasó a habitar en la mirada del nacido recién en este mundo: Iván.

Después de días, meses, años y almanaques que no son del todo ciertos: tuve la oportunidad de ir aterrizando al hoy para presenciar a Iván –que en este mes cumplió seis años– sin rollos de adultos. Y lo observé bailar y, mientras eso hacía , me di cuenta que un baile como el suyo dice lo que no se puede decir cuando estamos atrapados en la desesperanza. Doy gracias a Iván por su inspiración-aspiración diciendo salud a lo que rota. Y agradezco a Sol, Julien y a la música ( por supuesto) por contribuir para que este junio sea tan Géminis como la risa.

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