martes, 24 de junio de 2008

En "Todo sobre mi madre"[1], El personaje de nombre Manuela hace posible el milagro.







Dentro de los horizontes de la vulnerabilidad lanzándonos a perspectivas de desear devenir mejores que buenos, aparecen los rostros innolvidables de Manuela, Esteban, Agrado, Huma, Nina, Rosa, Lola y un bebé que tal vez vivirá… Innolvidables, digo, porque al navegar en el sueño de sostenerse libres, se transparentan asumiendo el dolor.

Es poco o casi nada lo que voy a decir en este espacio (a veces le robo tiempo al tiempo para hacer brotar lo que no puedo dejar apolillándose en los baúles de mi corazón) sobre este filme magnífico como una casa; casa punto de partida para hablar sobre diversidad de temas que atañen tanto al asunto de la pluralidad humana como a la realidad más real desprendiéndose de nuestra condición de fragilidad.

Desde la vulnerabilidad puedo hablar de la libertad expresada en el filme Todo sobre mi madre y escojo ese aspecto no sólo porque le encuentro gran relación con el texto de Juan María Cloavel (Madrid 1997)[2] que de manera reciente leí en mi clase de Filosofía y Cine tomada en el ITESO; sino y, sobre todo, porque la vulnerabilidad es un tema central en la ética; en la ética de la hospitalidad; al menos. Y es la ética que hace disrupción con los mecanismos de poder, la que obtiene mi interés.

El buen anfitrión de los rostros antes mencionados es el prestigioso director de cine Pedro Almodóvar, quien ha sabido leer la grandeza impresa en el dolor de los otros y nos la muestra sin cortapisas dentro de una historia que bien puedo categorizar perteneciente a los territorios de la hospitalidad; territorios donde, en efecto, la literatura y el cine han hecho geniales atribuciones.

Puedo sintetizar la historia en la que se basa Todo sobre mi madre como una historia de recomenzamientos. Al respecto, La filósofa Hannah Arendt mencionó alguna vez que “la libertad es la capacidad de comenzar;" así lo creo. Y, también, desde esa perspectiva, un día escribí un poema cuyo inicio dice:


Encontrar es morir

no hallar remedio

El poema es más largo y si lo menciono es porque creo con firmeza que después de vivir la amargura es posible encontrar un territorio libertario. Territorio desde donde podemos ir dejando atrás cautiverios y, de esa manera, tener la posibilidad de experimentarnos como humanos en busca de más libertad. Humanos-libres-frágiles, pero construyendo proyectos con los valores de valentía, perdón, y fe; como lo sabe hacer Manuela: mujer cuya grandeza sólo puede ser entendida más allá de la lógica condenada y condenatoria. Sí, la libertad manifestada en este más que ser, me partió el alma y, ¿cómo no habría de hacerlo si después de un duro proceso de duelo, no sólo por la muerte de su hijo Esteban (aún adolescente) recibe a Lola quien le hizo tanto daño y lo hace desde el fondo más amplio del recibimiento: el perdón que no se proporciona con palabrería?



Manuela no se cansa de valorar lo humano por lo frágil y, dejando atrás reduccionismos con los que muchas veces el mundo se hunde en un vaso de agua, recibe y por lo tanto es recibida no sólo por esas personas a quienes ampara, pues es recibida por la vida y con el regalo misterioso de otra vez ser madre. Manuela como el personaje Agrado, están libres del miedo y esa perspectiva produce el milagro que salva.

[1] Filme de producciones El deseo, Pedro Almodóvar. Todo sobre mi madre (España 1999).
[2] Clavel Juan Masía, El animal vulnerable, Universidad Pontificia de Comillas, Madrid 1997.

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