jueves, 19 de diciembre de 2013

EL SER HUMANO ES INFINITAMENTE VALIOSO (ALGO SOBRE MI EXPERIENCIA EN UN CURSO SOBRE DERECHOS HUMANOS Y VIRTUDES).




Ahora que me encuentro en Guadalajara ya casi desempacado de mi viaje a Monterrey, Nuevo León; en una de las pantallas de mi mente se encendió el recuerdo del auditorio de un edificio del TEC de Monterrey llamado “La Choza.” Auditorio  donde, junto a compañeros profesores de muchos campus de esta institución donde laboro, participé en el curso “Teaching human rights in theory, in organizations, and in societies –why rights need virtues and virtues need righsts”. El curso fue dirigido por el Dr. David T. Ozar, del departamento de Filosofía de la Universidad de Loyola de Chicago. Este magnífico exponente del consecuencialismo supo explicar a profundidad, y de manera brillante,  aspectos relevantes para el fenómeno ético y entre los cuales aprecié mucho cuatro de ellos:  1) Analizar los problemas desde las relaciones humanas, resulta de mayor interés que enfocarse en los valores. 2) El horizonte de la dignidad, aunque interesante, se queda  corto ante la perspectiva de considerar al hombre como pleno de valía infinita (concepto este último que compagina con mi mirada sobre los seres humanos gracias a mis lecturas no tanto de Bentham ni de Mill, sino de la realidad compaginada con la filosofía de Emmanuel Lévinas) por consecuencia, no podemos reducir los hechos bajo la concepción de dignidad. 3) Los consecuencialistas sopesan las reglas y eligen las que agregan mayor valor. 4) La verdad es plenitud de la actividad humana de acuerdo con la razón.

Durante los tres días del curso, me tocó compartir la mesa de diálogo con los profesores Belinda Jiménez (del campus Monterrey), Carlos Cerda (del campus Guadalajara) y Raúl Godínez (campus Monterrey)  y entre los diálogos, conservo nítidamente en mi memoria aquel con respecto a cómo impartimos la cuestión de los Derechos Humanos en el aula.

En el penúltimo día tal vez porque el hombre es infinitamente valioso y, por consecuencia, el Padre Bueno es de infinita acción (en compaginación con el Dr. David, cuya idea de Dios en nada se parece al estaticismo pregonado por Platón) se me aproximó un venado al que bien pude tocar, pero preferí acariciarlo con este corazón tan indispensable también para pensar.
 



 
 

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